Al noroeste de la provincia de Toledo, en el límite con Madrid y Ávila, se levanta la Sierra de San Vicente. Situada entre los valles de los ríos Tiétar y Alberche, da nombre a una comarca formada por una veintena de pueblos de carácter rural. Aquí todavía es posible disfrutar del contacto sosegado con la naturaleza, sin aglomeraciones y con una cada vez más interesante oferta hostelera y gastronómica.
Son tierras cuajadas de robles, castaños, encinas y enebros por las que discurren miles de arroyos. En sus prados, navas y dehesas pastan vacas y pastorean ovejas.
La zona está trenzada por el GR 63, un sendero de gran recorrido –marcado con señales rojas y blancas– conocido como la Senda de Viriato; la leyenda cuenta que el caudillo lusitano, que batalló contra los romanos, encontró refugio en estas tierras. Hoy se han recuperado y enlazado antiguos caminos, senderos y cañadas que unían antaño los pueblos de la comarca. Se puede hacer a pie o en bici de montaña y nos permite conocer estas tierras a otro ritmo y sin perder detalle.
Pelahustán en una pequeña población que se levanta en lo que fue zona fronteriza entre los reinos cristianos y los almohades y es la entrada natural desde a la sierra desde el este. En poco más de 10 kilómetros nos plantamos en El Real de San Vicente, interesante punto de partida para realizar excursiones al Convento del Piélago, los Molinos de Tejea, los pozos de nieve, el pico de Cruces –que ofrece unas espectaculares vistas del valle del Tiétar–, el castillo de San Vicente o “perderse” por sus espléndidos bosques de castaños.
Entre las sierras de San Vicente y Gredos se encuentra Almendral de la Cañada, por la que pasa la Cañada Real Leonesa –de ahí su nombre- y que cuenta con interesantes monumentos megalíticos como “los Majanos”, y tumbas rupestres de la Edad Media, conocidas como “las Artesas”. Más al norte, muy cerca del límite con la provincia de Ávila y del curso del río Tiétar, se levanta La Iglesuela, típico pueblo serrano con un entorno natural privilegiado y con dos puentes de origen romano en sus alrededores. Muy recomendable para hacer una pausa y reponer fuerzas.
Por una sinuosa carretera flanqueada por encinas y alcornoques, y con el telón de fondo de la Sierra de Gredos, el camino nos conduce a Sartajada –con su puente romano de tres ojos que cruza la garganta de Torinas– Buenaventura y, finalmente, a Navamorcuende que no recibe con su monumental iglesia parroquial de Santa María de la Nava.
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