No hay nada comparable a Toledo. Escribió el poeta Rainer Maria Rilke que “si uno se abandonase a su influencia, alcanzaría tal grado de representación de lo suprasensible que vería las cosas con esa intensidad que está fuera de lo común y que raramente se presenta durante el día: la intensidad de una aparición”.
Toledo sintetiza la historia de España y del mundo. Es una ciudad de leyenda en la que han dejado su huella romanos, visigodos, árabes y cristianos. Estamos en uno de los centros históricos más grandes del mundo, y uno de los que más riqueza y encanto patrimonial atesoran.
Conocer Toledo en un día es imposible. A la ciudad de las tres culturas hay que regresar para entenderla cada vez un poco más. Nunca decepciona. Siempre hay rincones que nos asombran y sorprenden. Pero sí que podemos recomendar algunas visitas imprescindibles y únicas que colmarán la inquietud de cualquier viajero.
La Puerta de Bisagra es la más monumental de la ciudad, junto a ella se encuentra la iglesia de Santiago del Arrabal –cénit de la arquitectura mudéjar– y no muy lejos el Hospital Tavera –con sus patios, su pequeño museo, la iglesia y una visita mágica a la cripta–. La subida al peñasco sobre el que se asienta el casco histórico toledano pasa por la mezquita del Cristo de la Luz, con más de 1.000 años de historia, y muy cerca se levanta la Puerta del Sol.
La plaza de Zocodover –el antiguo zoco de las bestias– es el centro neurálgico de la ciudad. Desde allí podemos acercarnos al Museo de Santa Cruz y al Alcázar, sede del Museo del Ejército y de la Biblioteca Regional. En esta última es muy recomendable tomarse un café en la cafetería ubicada en uno de los torreones del edificio, con una impresionante panorámica de la ciudad y sus alrededores.
Próxima y obligada parada: la Catedral. El templo es todo un mundo. Hay que perderse en sus naves y capillas. Su riqueza artística solo es superada por San Pedro en Roma. La sacristía –con su excepcional colección de pintura–, el tesoro o la sala capitular no dejan indiferente, y la subida a la Campana Gorda, situada en la torre, ofrece unas vistas espectaculares.
La ruta se adentra en la Judería. Las callejas, plazoletas y miradores que se asoman al Tajo –como el del paseo de San Cristóbal, el del Tránsito o el de la Virgen de Gracia– se suceden para llegar a la iglesia de Santo Tomé, que atesora El entierro del señor de Orgaz del Greco. El Museo del genial pintor cretense abre sus puertas en una casona que recrea la arquitectura y decoración de la época del pintor. Al otro lado de la calle se encuentra el Museo Sefardí –en la sinagoga del Tránsito o de Samuel Leví– y muy cerca se levanta la sinagoga de Santa María la Blanca. Completa la inigualable oferta artística el monasterio de San Juan de los Reyes y su espectacular claustro.
Una recomendación: pasear sin rumbo por el laberíntico trazado urbanístico de la ciudad, a resguardo de las zonas más bulliciosas. A cada paso se abren plazoletas perdidas, callejas imposibles, adarves y cobertizos. Un deambular que nos permitirá descubrir palacios –como el del Taller del Moro–, portadas nobiliarias, iglesias escondidas o conventos –algunos de ellos visitables– como el de Santo Domingo el Antiguo, con los restos atribuidos al Greco y sus primeras pinturas españolas; los de San Pedro Mártir y Madre de Dios, con sus claustros del Tesoro y de los Generales, así como la iglesia conventual; o el de Santa Clara.
Una visita a Toledo quedaría incompleta sin acercarse a los miradores del Valle, en la zona de los Cigarrales, que ofrecen una vista completa de la ciudad con el meandro que dibuja el río Tajo a sus pies. Por su parte, los amantes de la naturaleza pueden recorrer la senda ecológica que discurre por las riberas del río o lanzarse sobrevolando sus aguas gracias a la tirolina urbana más larga de Europa situada junto al puente de San Martín.
Gustavo Adolfo Bécquer sentenció: “En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica”. Una ciudad para una visita imprescindible.
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