Cuenca es un perfecto punto de partida para realizar este viaje que nos permite descubrir algunos de los rincones más bello y espectaculares de Castilla-La Mancha. El agua, los farallones rocosos, los bosques y el agua se convierten de nuevo en protagonistas de esta ruta por el Parque Natural de la Serranía de Cuenca
Tomamos la carretera CM-2105 que nos conduce, con la compañía cercana de las aguas del Júcar, a la localidad de Villalba de la Sierra. A tres kilómetros del pueblo llegamos al aparcamiento que da acceso –a escasos 100 metros- al Ventano del Diablo, uno de los miradores más sobrecogedores de toda la región. El nombre, según la leyenda, se debe a las sesiones de brujería que allí organizaba el diablo, empujando al vacío a aquellos que osaban asomarse por sus balcones. Es seguro que no encontraremos al diablo, pero los que padezcan de vértigo deben tomar sus precauciones. La vista desde esos balcones, bajo una cavidad abovedada de roca caliza, es impresionante. 200 metros más abajo se encuentra la hoz erosionada por el Júcar.
El cercano barranco de Los Cortados es una zona habitual para la práctica del barranquismo, una experiencia inolvidable para los amantes de los deportes de aventura. Desde este privilegiado mirador también se atisba la central hidroeléctrica del Poblado del Salto de Villalba.
De nuevo en la carretera, y a tan solo cinco kilómetros, tomamos el desvío que nos conduce a la Ciudad Encantada. Situada en la localidad pedánea de Valdecabras, en pleno corazón del Parque Natural de la Serranía de Cuenca y rodeada de inmensos pinares, es uno de los parajes más espectaculares de nuestro país. El paseo por este paraje nos permite conocer y aprender el proceso geológico del karst y admirar sus caprichosas formaciones. Su origen se remonta a hace 90 millones de años, cuando este paisaje formaba parte del fondo del mar de Thetis. Miles de años de acción del agua, del viento y del hielo hacen que hoy podamos contemplar este impresionante fenómeno geológico en el que disfrutamos de un mágico entorno donde dejar correr la imaginación con la visión de caprichosas formas rocosas como la Cara del Hombre, la Tortuga, los Osos, el Mar de Piedra o los Amantes de Teruel. La entrada cuesta cinco euros y la visita se realiza en una hora y media por un tranquilo recorrido de unos tres kilómetros apto para todos los públicos.
Volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos a Uña, pequeño pueblo serrano que se levanta sobre una colina entre la laguna del mismo nombre y el río Júcar. El paseo por el entorno nos permite disfrutar de un bello paisaje. Podemos acercarnos al mirador de la laguna y a la pasarela de madera que se adentra en sus tranquilas aguas. Para los más andarines, el sendero que conduce del Escalerón a la Raya, de 9 kilómetros de distancia, nos permite disfrutar de una bella panorámica de la laguna y el pueblo.
El agua vuelve a ser protagonista en el embalse de la Toba. Varios miradores permiten disfrutar de un paisaje en el que destaca la imponente muela de La Madera, hogar de numerosos buitres y rapaces. En los meses de verano esta es una de las zonas de baño más visitadas en la provincia de Cuenca.
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