La Ruta del Vino de La Mancha está incluida en Las Rutas del Vino de España, un proyecto impulsado por ACEVIN (Asociación Española de Ciudades del Vino) que descubre al viajero el patrimonio vinícola, cultural, histórico y natural de las zonas donde el vino ha sido y es protagonista de la historia y de la vida de sus gentes. Una opción perfecta para disfrutar de manera intensa e inmersiva de todo aquellos que rodea al mundo del vino.
«Una experiencia directa al corazón de La Mancha». Es el leitmotiv de la Ruta del vino de La Mancha que nos conduce por los sabores más cervantinos y quijotescos de la geografía manchega. Es una ventana desde la que se muestra lo mejor de esta tierra. La ruta, que se desarrolla en plena llanura manchega, abarca seis pueblos de las provincias de Ciudad Real, Albacete y Toledo: Alcázar de San Juan, Tomelloso, Campo de Criptana, Socuéllamos, El Toboso y Villarrobledo.
Nos adentramos en la zona vitivinícola más extensa del mundo. El vino es aquí protagonista de la historia, de la cultura y del paisaje. Ante nuestros ojos se extiende un paisaje único marcado por una horizontalidad sin límites. Amplias extensiones onduladas de vid y cereal que se pierden en las estribaciones serranas de monte mediterráneo.
La oferta vinícola de la ruta es amplia y variada: catas de todo tipo, concursos, visitas a bodegas y a los viñedos durante la vendimia, rutas a pie, en bici, en 4 x 4, fiestas, ferias, festivales… Descubrir las bodegas de esta ruta es ahondar en su historia, es empaparse del paisaje manchego y de los sabores del fruto que da esta tierra, donde suelo y condiciones climatológicas confluyen para engendrar una amplia variedad de vinos.
La ruta se asoma también al patrimonio cultural y monumental de sus núcleos urbanos. Villarrobledo ofrece un conjunto urbano de calles amplias y muros encalados al estilo de otras poblaciones manchegas característicos de la industria bodeguera que prevalece en la zona; entre sus iglesias, conventos y casas nobiliarias se encuentran el Centro de Interpretación Bodega de Don Quijote y Centro de Interpretación de la Alfarería Tinajera.
En Socuéllamos, considerada la «patria del vino», Manchavino celebra a lo largo de todo el año distintas actividades entorno al vino de la Mancha y su cultura, entre ellos el Patio del Vino en el Museo Torre del Vino; en esta misma localidad tiene lugar la Fiesta de la Vendimia en los primeros días de septiembre.
Iglesias, conventos y palacios convierten a Alcázar de San Juan en una monumental villa en la que no debemos perdernos sus museos del Hidalgo y de la Alfarería, el Palacio del Gran Prior, sus molinos de viento que se levantan en un cerro en el centro de la llanura manchega y el Centro de Interpretación del Vino. En la localidad se desarrolla el Concurso Regional de vinos de la tierra del Quijote, la Jornada gastronómica del Guiso de las Bodas de Camacho, las Jornadas vino y bautismo Qervantino o la Feria de los Sabores de la Tierra del Quijote.
En Tomelloso, cuna de grandes figuras del arte, los bombos, cuevas y chimeneas de las antiguas alcoholeras evocan una historia y una tradición ligada al vino. El Museo Antonio López, el del Carro y Aperos de Labranza o el de Arte Contemporáneo configuran una oferta cultural de primer orden. Entre su patrimonio destaca la sencillez manchega de la Posada de los Portales. El pueblo se viste de gala para la celebración, el último domingo de abril, de la Romería en honor de su patrona, la Virgen de las Viñas.
Dulcinea, la mujer imaginaria y perfecta que Don Quijote llevaba en su corazón, atrae a El Toboso a numerosos visitantes cada año. Muchos lugares de este municipio giran en torno a este personaje cervantino. Imprescindibles son el Museo Cervantino –con una colección de más de 700 ejemplares de El Quijote–, el el Museo Casa Dulcinea del Toboso –reproducción de un caserón manchego del siglo XVI– y el paseo por el callejero de casa encaladas de blanco y añil. En abril celebran sus famosas Jornadas Cervantinas.
Si algo caracteriza a Campo de Criptana son sus molinos –uno imagina a don Quijote combatiendo contra los «gigantes» en los alto del Cerro de la Paz– y el conocido como albaicín criptano, estrechas callejuelas empedradas entre casas de típica construcción manchega.
A todo ello hay que sumar, para completar la ruta, la visita a espacios naturales de gran belleza como el complejo lagunar de Alcázar de San Juan y el de Salicor en Campo de Criptana, y, sobre todo, el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera.
La Ruta ofrece una oferta hostelera variada y de calidad, que se une a una gastronomía en la que brilla el recetario manchego pegado a sus raíces, tradicional, sencillo y humilde que sorprende a los comensales tras cada bocado cargado de potentes sabores.
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