Estamos en plena Mancha baja, justo en el centro de la Comunidad, en un pueblo declarado Conjunto Histórico Artístico. Belmonte es uno de los pueblos más bellos de Castilla-La Mancha y, como tal, merece al menos un día de estancia. Sus estrechas callejuelas, plazas y cuestas, importantes edificios civiles y religiosos, un impresionante recinto defensivo... flanquean un paseo que nos trasladará a siglos pasados. El castillo de Belmonte, uno de los más activos e impresionantes de España, nos llevará media jornada.
Al tercer señor de la villa, primer marqués de Villena y valido del Rey Enrique IV, Don Juan Pacheco, le debe Belmonte gran parte de su patrimonio monumental: el castillo y la colegiata destacan entre todos. Corría el siglo XV, aunque es el XVI la época de mayor esplendor de la villa. Tres culturas, tres religiones, estuvieron entre estos muros: cristianos, musulmanes y judíos. Por aquí pasaron además Franciscanos, Dominicas, Concepcionistas, Jesuitas, Dominicos, Trinitarios y Susulinas; había un Corral de Comedias y un hospital que daba asilo al pobre y acogida al peregrino.
El gran protagonista aquí es el castillo, de estilo gótico-mudéjar, erguido desde hace seis siglos en el cerro de San Cristóbal. Restaurado y convertido en museo y lugar de celebración de eventos, nos permite visitarlo en profundidad, apreciando su origen renacentista y las reformas del siglo XIX encargadas por Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia. El recinto exterior del castillo, amurallado y pentagonal, se une a las murallas que descienden hasta Belmonte. La planta del castillo es muy peculiar, denominada de "estructura atenazada", construida sobre un triángulo equilátero con dos cuerpos en dos de sus lados, y en el otro, la torre del homenaje; triángulo que, mediante la barrera exterior, se convierte en polígono de nueve lados con torreones en los vértices.
Su planta única y su interior palaciego, decorado con lujosas techumbres mudéjares en sus salones y galerías, hacen de este castillo uno de los más emblemáticos que podrás encontrar.
La Colegiata de San Bartolomé, reclama su matriarcado sobre la villa en un estilo mayoritariamente gótico. Sus bellísimas puertas del Sol y de los Perdones exhiben sus pináculos y arcos germinados y son antesala del magnífico tesoro que albergan sus muros: capillas, retablos, bóvedas, pinturas, esculturas, el coro y la pila.
Te recomendamos dejarte llevar y perderte (y encontrar) lo que esconde Belmonte: buscar la casa natal de uno de los hijos más ilustres de la villa, Fray Luis de León; las ruinas del Hospital de San Andrés; el convento de los Trinitarios en la calle Lucas Parra; la Casa Bellomonte, en la misma calle; atravesar las puertas de la muralla; el Palacio del Infante Don Juan Manuel; y, quizás por último, un atardecer desde el molino «El Puntal»…
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