Cabañeros es unos de los tesoros medioambientales más importantes del continente europeo, reducto único del bosque mediterráneo y visita imprescindible para los amantes de la naturaleza. Y en el corazón de este Parque Nacional, que estuvo a punto de convertirse en campo de tiro del Ejército del Aire, se abre paso la senda que conduce al Chorro, una las joyas de este enclave, y al pico Rocigalgo, el más alto de los Montes de Toledo con sus 1.448 metros.
Desde Toledo hay que dirigirse hacia el suroeste por la carretera CM-401 para, una vez pasado Navahermosa, alcanzar Los Navalmorales y más tarde Los Navalucillos. Son estas tierras ricas en aceite de oliva de gran calidad donde la gastronomía de caza es una de las reinas indiscutibles
El camino serpentea por un bello paisaje y cerca del punto kilométrico 16 de la carretera CM-4155 aparece el desvío hacia las Becerras. En este punto se abre, a modo de aperitivo, un mirador que nos ofrece unas espectaculares vistas de Cabañeros. Ya por una pista de tierra cruzamos el río Pusa, dejamos a la derecha un merendero (al que luego podremos regresar para tomar un merecido refrigerio) y alcanzamos la caseta de información situada en el límite del Parque Nacional, donde dejamos el coche e iniciamos la ruta a pie.
Las distancias son, desde la caseta del Parque:
- 4 km hasta el Chorro
- 5,5 km hasta la Chorrera Chica
- 9 km hasta el pico Rocigalgo
Pertrechados con calzado adecuado, agua y algo de picoteo iniciamos el recorrido hacia la cascada del Chorro. La pista primero y la senda después transcurren por las zonas montañosas más altas del Parque Nacional. Jaras, brezos y encinas se extienden a nuestro paso. La ruta cruza en dos ocasiones el arroyo del Chorro y el ambiente se va cargando del frescor de la vegetación de ribera con tejos, acebos y abedules. La estrecha senda se adentra en un pequeño rebollar que da paso, tras algo menos de hora y media de caminata, a la bella cascada de 18 metros de caída. Estamos en un rincón mágico, acompañados del canto de algún mirlo cercano y el murmullo del agua.
La vuelta se realiza por el mismo camino, aunque, para los más atrevidos, la senda continúa ganando altura para, tras atravesar con la ayuda de unas cadenas –de gran ayuda si el suelo está mojado- un tramo rocoso, llegar a la Chorrera Chica. No será difícil observar el vuelo de alguna rapaz o de los buitres leonados, muy presentes en los cielos de Cabañeros, y, con algo más de suerte, cruzarnos con algún ciervo que acuda a beber al arroyo.
La etapa reina de la ruta nos conduce, tras casi cuatro hora, a los 1.448 metros del pico Rocigalgo, techo de los Montes de Toledo y desde el que se tienen una impresionantes vistas de Cabañeros.
Un merecido descanso con pícnic incluido en las praderas del río Pusa pone el broche de oro a una jornada para recordar.
Cualquier época del año es buena para este plan en contacto con la naturaleza, aunque al final de la primavera disfrutaremos de una vegetación más exuberante y el caudal de las cascadas será más espectacular.
La ruta se puede hacer por libre o con el acompañamiento de un guía.
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