Guadalajara
La familia de los Mendoza, marqueses de Santillana primero y duques del Infantado después, marca el momento de mayor esplendor en Guadalajara. El Palacio del Infantado, una de las joyas de la arquitectura española de todos los tiempos, es obra de Juan Guas ayudado por Egas Cueman. Su construcción supuso una auténtica revolución en Guadalajara, tal era la concentración de maestros de obra, albañiles, tallistas, carpinteros, escultores, maestros en rejería, estucadores... Concebida para llevar al extremo la exaltación del poder de los Mendoza, originariamente la fachada mostraba tan sólo la gran portada descentrada sobre la trama de puntas de diamante y la extraordinaria galería corrida de la zona superior, perfecta fusión entre los estilos gótico y mudéjar. En el interior es de visita obligada el Museo Provincial de Guadalajara, que recoge importantes piezas distribuidas en tres colecciones de bellas artes, etnografía y arqueología, y el Patio de los Leones como una impresionante muestra de arquitectura gótica isabelina. Resultan admirables las parejas de leones, todos diferentes, de los arcos de la planta baja, al igual que los antepechos calados, los arcos con parejas de grifos y las columnas helicoidales de la galería superior.
La iglesia de los Remedios es un bello edificio con airoso atrio renacentista. El palacio de Antonio Mendoza y la portada de la iglesia del convento de la Piedad, son otras de las joyas de Guadalajara. El conjunto es hoy Instituto Liceo Caracense, en el que estudiaron Antonio Buero Vallejo y su inseparable amigo Ramón de Garciasol (Miguel Alonso Calvo).
La iglesia del convento de Carmelitas de San José muestra dos sencillas portadas en los muros, más trabajada la que da acceso a la iglesia, con los escudos de los fundadores. En la iglesia del Carmen el contraste entre la piedra y el ladrillo y la verticalidad de las pilastras marcan la composición de la portada. Dentro, tras una reja, se encuentra el sepulcro de sor Patrocinio, la famosa «Monja de las Llagas».
Al calor de los Mendoza, Guadalajara se lleno de palacios nobiliarios. En el palacio de los marqueses de Villamejor, o de la Cotilla se conserva el famoso Salón Chino, decorado con papel pintado al estilo de la dinastía Qing.Ahora Guadalajara busca, con éxito, reafirmar su personalidad propia a partir de un crecimiento equilibrado y sobre la base de la mejora del medio urbano, social y cultural. Una muestra de este nuevo rumbo es el Teatro Auditorio Buero Vallejo, con su apretada programación, sus mil sobradas plazas y la versatilidad buscada en este edificio de diseño vanguardista.
La calle Mayor fue el eje de desarrollo urbano especialmente a fi nales del siglo XIX, dejando un buen muestrario de arquitectura residencial burguesa. En ella se encuentra también San Nicolás, modelo clásico de la arquitectura jesuítica del XVII . La plaza Mayor tiene su origen en la Baja Edad Media y en ella, amén de los soportales, destaca el ecléctico edifi cio del Ayuntamiento, con su campanil de forja. El palacio de la Diputación, de estilo academicista, cuenta con un patio central neomudéjar.
Otra muestra del estilo mudéjar es la Iglesia de San gil, en la que se reunía el concejo medieval, y de la que sólo queda en pie su espectacular ábside.
El Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, levantado a finales del siglo XIX y principios del XX por Ricardo Velázquez Bosco, es un extraordinario conjunto que mezcla con gusto todos los «neos» posibles: románico, gótico, mudéjar y renacentista.
Sorprendente el panteón, un alto y hermoso edifi cio de planta de cruz griega, estilo neorrománico lombardo y decoración neobizantina. La iglesia de Santa María Micaela es otra muestra de arquitectura historicista inspirada en el románico y el mudéjar. Como lo son también el conjunto de pabellones de la Fundación.
Otro punto de interés es el Alcázar Real, recientemente restaurado, donde el viajero podrá visitar la excavación y los restos de la muralla circundantes, donde destaca el torreón de Alvar Fáñez.
Presume Guadalajara, con razón, de sus parques y espacios verdes. Es el caso del parque de la Concordia, abierto en 1854, que conserva el simpático quiosco modernista. También son muy agradables el Parque de San Roque y el Parque Lineal del Barranco del Alamín, que en clave de modernidad paisajista permite ahondar en el pasado histórico de Guadalajara.
Monasterio de Lupiana
Lupiana es un encantador lugar con una preciosa plaza Mayor, picota, evocadores rincones y notable iglesia parroquial. El monasterio jerónimo de San Bartolomé, hoy propiedad privada visitable los lunes por la mañana, está en lo alto del monte, rodeado de un espeso bosque.
Su claustro, diseñado por Alonso de Covarrubias y tallado por Hernando de Arenas es una de las joyas del renacimiento español. Y seguramente de las más desconocidas. De planta rectangular cuenta con cuatro pandas. Como singularidad extraordinaria es de dos alturas en tres de ellas, y de tres en la cuarta. Esta original estructura le proporciona al claustro gran majestuosidad. Arcos de medio punto en la galería inferior, mixtilineos en la superior, adintelados en la tercera. Todas las galerías se protegen con antepecho. Las techumbres, originales del siglo XVI, muestran un buen artesonado de madera. La decoración es plenamente renacentista y son especialmente ricos los capiteles de la galería baja del costado norte con cabezas de carneros, grifos, calaveras, etc.
Aunque existieron dos claustros más, actualmente se ha perdido uno mientras que el otro, mudéjar, apenas se insinúa en las estancias interiores del monasterio. La iglesia, de la segunda mitad del siglo XVI, apenas conserva la fachada con un gran escudo de Felipe II, y los muros de la nave única, dado que las bóvedas de la cubierta se hundieron a principios del pasado siglo. Ahora ha sido convertida en una suerte de jardín. A su lado se alza la torre, cuadrada, de aire medieval, con saeteras y almenas en su coronación.
Un escritor para un viaje
Versos, dramaturgia y prosa son las tres formas de expresión literaria con las que estos autores quieren acompañarte en tu recorrido por tierras castellanomanchegas.
Para que descubras, a través de sus obras y de sus vidas, rincones en los que el patrimonio monumental y la naturaleza se funden en perfecta simbiosis con el recuerdo evocador de sus letras.
EL ESCRITOR
Antonio Buero Vallejo, es el gran dramaturgo español del siglo XX, junto con Valle Inclán y García Lorca. Desplegó por medio del teatro su cosmovisión trágica en el sentido de incorporar las preguntas trascendentales del ser humano, a través de una obra que entreviera el simbolismo junto con la crítica social y el drama histórico, con la voluntad de refl exionar sobre el presente a través de personajes clave del pasado. El realismo simbólico, según el propio Buero. El reconocimiento a su teatro es prácticamente uni-versal, habiendo recibido el Premio Cervantes y el Nacional de Literatura.
Antonio Buero nació en Guadalajara, un 29 de septiembre de 1916. En 1934 la familia se traslada a vivir a Madrid. Ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y, al comenzar la Guerra Civil, con Mola a las puertas de Madrid, elementos incontrolados fusilan a su padre. A pe-sar del mazazo Buero continuará al lado de la República sirviendo dentro del ejército popular condenado a muerte tras la guerra, le es conmutada por treinta años de prisión. Cumplirá ocho en diversas cárceles. En la de la plaza del Conde de Toreno realizará el famoso retrato de Miguel Her-nández, a quien llegó a ligarle una muy fuerte amistad.
De esta durísima experiencia carcelaria sale Buero con la idea de hacerse escritor. Con Historia de una escalera gana el Premio Lope de Vega y su estreno representa todo un acontecimiento. En 1959 se casa con la actriz Victoria Rodríguez con la que tuvo dos hijos.
En 1967 se representa El tragaluz, obra que se mantuvo en cartel duran-te 517 representaciones. El reconocimiento internacional es constante mientras que en España durante los primeros años de la transición los sectores ultras le cubren de amenazas. En junio de 1986 muere en ac-cidente de tráfi co su hijo menor, Enrique, actor a cuya memoria dedica Lázaro en el Laberinto . En 1997 concluye su última obra, Misión al pueblo desierto , que se estrena en Madrid el 8 de octubre de 1999. El 29 de abril de 2000, a los 83 años, muere Antonio Buero Vallejo. Su capilla ardiente se instaló en el Teatro María Guerrero. Más de seis mil personas acudie-ron para rendirle el último homenaje.
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