Torre de Juan Abad
En La Torre, Quevedo leía, escribía –fi rmó aquí numerosas obras–, conspiraba y se mantenía informado al detalle de los sucesos que ocurrían en la corte. De todo esto, y de más cosas, da puntual noticia la Casa Museo de Quevedo, donde se muestran documentos históricos, ediciones de las obras, el testamento de Quevedo y diversos objetos personales. Actualmente, el convento se ha convertido en una hospedería, en la que el viajero puede alojarse, y la celda en la que Quevedo vivió parte de su vida también puede ser visitada.
Por Nuestra Señora de los Olmos pasó Teresa de Jesús. Tras sus muros se refugiaban los vecinos para escapar de las ambiciones recaudatorias de Quevedo, quien tenia reservado sitio principal para asistir a los ofi cios religiosos. En la plaza Pública se encuentra la Casa de la Tercia, con soportal de cinco arcos y escudo imperial. No lejos se hallan los restos de la antigua fábrica de cerámica de Santa Bárbara, del siglo XIX y en el paraje de La Cañada, se levanta la ermita santuario de Nuestra Señora de la Vega. Jorge Manrique y su mujer eran especialmente devotos del lugar, como parece que lo fue también Quevedo.
Villanueva de los Infantes
Extraordinario conjunto monumental, no menos de doscientos escudos asoman a unas calles que, partiendo de su fantástica plaza Mayor, guardan la huella de Quevedo. Para fi nalizar el recorrido es muy recomendable realizar una visita al Santuario de la Virgen de la Antigua.
La plaza Mayor renacentista, porticada en dos de sus alas, y la soberbia iglesia de San Andrés son dos de las joyas de Infantes. En el entorno inmediato se encuentra la vieja Alhóndiga, que fue cárcel, y su espléndido patio interior.
Por calles y plazas la nómina de casonas, palacios, conventos e iglesias es abrumadora. En la Casa del Caballero del Verde Gabán vivió en la imaginación de Cervantes don Diego de Miranda. Don Quijote fue huésped por cuatro días. De entre la arquitectura religiosa destaca la iglesia de las Dominicas de la Encarnación, con una de las portadas más interesantes de Villanueva.
También la de Santo Domingo y el convento de las monjas franciscanas, el más antiguo de la ciudad (1521). Para fi nalizar el recorrido es muy recomendable realizar una visita al Santuario de la Virgen de la Antigua.
Villahermosa
Es lugar de calles quebradas cuajadas de edificaciones tradicionales. Salta a la vista la silueta de la Asunción, templo de buen porte entre gótico y renacentista. Impresionante la Puerta del Perdón, fi nísimo trabajo de piedra labrada. Destaca la torre, con sus 45 metros de altura distribuidos en tres cuerpos.Otros edifi cios justifi can también el nombre de Villahermosa: la Casa del Arco, la del Comendador, el que aloja el Ayuntamiento, el llamado balcón de Márquez, las pequeñas ermitas, el Santuario de Nuestra Señora de la Carrasca...
Santa Cruz de Mudela
En las estribaciones de Sierra Morena, es conocida por la bondad de sus aguas. El viajero podrá disfrutar de experiencias inolvidables de la mano de profesionales cualifi cados, en impresionantes balnearios ubicados en paisajes vírgenes y enclaves históricos. Las propiedades terapéuticas de estas aguas la convierten en un importante enclave dentro del Turismo de Salud de nuestro país. Por otra parte, el atractivo de la perdiz roja atrae a numerosos cazadores.Santa Cruz de Mudela cuenta con un interesante patrimonio. Así la iglesia parroquial de la Asunción, del XVI, declarada Bien de Interés Cultural, además de la capilla de San José, neogótica; la ermita de San Sebastián, extramuros de la villa; la Casa Consistorial, de 1863, y el historicista convento de las Concepcionistas.
Las Virtudes
Se desconoce con exactitud en qué momento fue levantada, pero pudo ser un campamento militar plantado frente a los pasos históricos de Sierra Morena. La plaza de toros, cuadrada, es de 1645 –considerada la más antigua de España– y está declarada Conjunto Histórico Artístico. La ermita, de una nave, se cubre con una hermosa techumbre mudéjar de par y nudillo. El camarín de la virgen tiene una buena decoración barroca.
Valdepeñas
Valdepeñas es una activa ciudad, capital del vino de su mismo nombre, con una denominación de origen que alcanza las 30.000 hectáreas y gana adeptos día a día. La plaza de España, con sus casas porticadas de muros blancos y azul añil es el centro neurálgico de Valdepeñas. Allí se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Atención a las seis tablas originales, manieristas, en el retablo del altar mayor. Por las calles aparecen muestras de arquitectura modernista especialmente en el muy agradable paseo de la Estación. Valdepeñas cuenta con una importante colección de museos: el Museo Municipal (fondos arqueológicos y pintura contemporánea); el Museo del Vino, en la antigua bodega de Leocadio Morales; la Fundación Gregorio Prieto, el museo privado más importante de Castilla-La Mancha; el Centro de Interpretación del Agua en los Baños del Peral. Valdepeñas forma parte esencial de las Rutas de Enoturismo, y de obligada visita son sus magníficas bodegas, unas de las más famosas de nuestro país.
Manzanares
Mantiene un interesante casco histórico que gira en torno a la plaza de la Constitución. En torno a ella se levanta la fachada curva del Ayuntamiento y Nuestra Señora de la Asunción. Edificada a fi nales del siglo XIV y comienzos del XV ofrece una portada de excelente plateresco. En la arquitectura religiosa también son de mención ermitas como la de San Antón, la Virgen de la Paz, San Blas y la Vera Cruz, donde se guarda la imagen del Jesús del Perdón, patrón de Manzanares. El castillo de Pilas Bonas convertido en la actualidad en hotel, mantiene los muros, la torre del Homenaje, la plaza de armas y la antigua capilla.
Por el callejero de Manzanares aparecen agradables sorpresas: casas enjalbegadas de dos plantas y buena rejería en las ventanas; la Casa del Santo, la más antigua de Manzanares; casonas nobles como la del Jonte, y marqués de Salinas; el Centro Cultural Ciega de Manzanares, donde pernoctó Teresa de Jesús y el Teatro Municipal, vistoso edifi cio de roja fachada.
Almedina
Almedina es la patria del pintor renacentista Fernando Yáñez de la Almedina, discípulo de Leonardo. Ahora el Ayuntamiento va convirtiendo sus calles en una pinacoteca al aire libre con algunas de sus más reconocidas pinturas. Almedina conserva muestras de arquitectura popular y alguna casa palacio.
La ermita de la Magdalena, mezquita de moros fue convertida en iglesia parroquial y en la de los Remedios, es curiosa la cúpula con pinturas populares del XVIII. Se celebra todavía el «Baile de las Ánimas», danza que data del siglo XIV.
Torrenueva
Cuando la tierra valía, Torrenueva tuvo teatro, que se hizo cine antes de desaparecer; y dos casinos. Santiago el Mayor es un consistente templo con portada principal abocinada y decoración de sabor renacentista. El arco de los Toriles se apoya en la cabecera del templo y frente a él se abre la plaza de España, con el monumento a La Borrica y los soportales en los que se levantaba la Casa del Reloj, antiguo peso, carnicería, y cárcel. Ejemplo de buena arquitectura es la Casa de los los Bustamante.
San Carlos del Valle
La plaza Mayor de San Carlos del Valle es una de las más hermosas de Castilla-La Mancha. Donde había una pequeña ermita con el Santo Cristo del Valle pintado en uno de sus muros, en tiempos de Felipe V se pensó en dignifi car el lugar. Se levantó la iglesia del Cristo del Valle, capricho barroco con dos portadas similares y una gran cúpula encamonada fl anqueada por cuatro torrecillas ochavadas.
En la plaza, a la que se accede a través de tres arcos de ladrillo, las galerías de madera, que en uno de sus costados son dobles, se apoyan en columnas toscanas de piedra.
La Solana
El conjunto de la plaza Mayor y la extraordinaria torre de Santa Catalina marcan el tono de la Solana. Y el cultivo del azafrán, cuya rosa proporciona la tan apreciada especie, y la zarzuela famosa de Jacinto Guerrero. El núcleo monumental de la Solana se desarrolla en torno a su encantadora plaza Mayor, que se conserva desde el siglo XVI con sus tres costados cuajados de edifi cios con soportales. Al sur se levanta la espléndida parroquia de Santa Catalina, concluida en 1524. La majestuosa torre barroca es el elemento singular de esta soberbia iglesia. Varios edifi cios religiosos de interés se reparten en torno a la plaza: San Juan Bautista, el convento de las madres Dominicas, y la ermita de San Sebastián, el templo más antiguo de la villa. Edifi cio gótico del siglo XV, conserva un extraordinario artesonado mudéjar con taracea policromada e incrustaciones de nácar. También cuenta un buen puñado de casas solariegas, como el palacio de los Condes de Casa Valiente (Casa de don Diego), que tiene un notable patio con columnas toscanas; o la Casa de la Encomienda, antigua residencia de los Comendadores de Santiago.
Un escritor para un viaje
Versos, dramaturgia y prosa son las tres formas de expresión literaria con las que estos autores quieren acompañarte en tu recorrido por tierras castellanomanchegas.
Para que descubras, a través de sus obras y de sus vidas, rincones en los que el patrimonio monumental y la naturaleza se funden en perfecta simbiosis con el recuerdo evocador de sus letras.
EL ESCRITOR
Francisco de Quevedo y Villegas vino al mundo en Madrid un mes de septiembre de 1580. Terminó falleciendo en Villanueva de los Infantes, otro mes de septiembre, cincuenta y cinco años después, quebrantado por la durísima prisión que padeció en San Marcos de León. Su querencia por estas tierras del Campo de Montiel es bien conocida: por testamento de su madre, doña María de Santibáñez, heredó junto a su hermana unos censos emitidos por los vecinos de la villa de Torre de Juan Abad. Y fue en este rincón donde escribió buena parte de su obra.
Fue Quevedo dueño de una personalidad abigarrada. Educado en los hábitos de la corte y la burocracia de los austrias, cristiano viejo, ácido, malhumorado que se ríe de sí mismo; lenguaraz, coqueto paticojo, miope y bigotudo; noctámbulo escritor, hombre de una extraordinaria cultura, capaz de expresarse en varias lenguas, político intrigante; gran fumador, misógino y enamoradizo, frecuentador de tabernas y lupanares, sin domicilio fi jo buena parte de su vida, amancebado con la Ledesma, malcasado con la de Cetina; vigilado por el Santo Ofi cio, odiado, temido y respetado; extraordinario escritor, poeta excelso, culto y chabacano; propagandista, crítico o adulador, según tocara; popular al extremo, cuyas letrillas y romances se recitaban por calles y plazas.
Tuvo Quevedo un éxito temprano y fulgurante. El Buscón, obra que escribió con apenas veinte años, corrió en ediciones manuscritas y se llegó a imprimir diez veces en vida de Quevedo; fue traducida al francés (veinte ediciones en el siglo XVII), al italiano, al holandés y al inglés. Si en buena medida debe su popularidad a la vertiente satírica y burlesca de su obra –Los Sueños , La hora de todos , Poderoso caballero es don dinero , Érase un hombre a una nariz pegado ...– no es posible olvidar al poeta capaz de construir sonetos –Hermosísimo invierno de mi vida , Si hija de mi amor mi muerte fuese...– que ocupan un lugar de privilegio en la poesía amorosa de todos los tiempos. Unos y otros serán compañía imprescindible para adentrarse con deleite por los campos de Montiel que fueron escenario de su vida y de su muerte.
Turismo Castilla-La Mancha 2023. Todos los derechos reservados.