A 110 kilómetros de la ciudad de Toledo, en el límite de la provincia de Cuenca, se levanta Quintanar de la Orden, municipio antaño perteneciente a la Orden de Santiago. En el extremo noreste de la localidad arranca esta ruta sencilla, aunque de largo recorrido si se hace a pie considerando que se acumulan 17,4 kilómetros entre la idea y la vuelta, y muy asequible si optamos por recorrerla en bicicleta de montaña o de gravel.
La ruta atraviesa olivares, viñedos y campos de cereales, un paisaje típico de la estepa manchega en la que nos encontramos. Pero también no permite observar las manchas de monte mediterráneo que fueron en su día protagonistas paisajísticos de estas tierras: encinas y coscojas reinan es esos reductos y, bajo ellas, una gran cantidad de especies de flora y fauna.
El sendero arranca en el llamado Camino de la Rizosa. Nos adentramos en un mundo de pastores, agricultores, olivareros y vendimiadores y en los elementos que condicionan este territorio. El trazado avanza por amplias y suaves pistas y se eleva ligeramente para poder otear el territorio que rodea a esta zona de los confines de la provincia toledana.
A unos tres kilómetros a mano izquierda encontramos el navajo de la Rizosa; los navajos son pequeñas lagunas artificiales que se utilizan para retener el agua y abastecer a la fauna y permitir así la caza. Atraen a numerosas especies entre las que se encuentran los zorros.
Tras una pequeña subida nos adentramos en una zona de encinas y coscojas y nos asomamos a un miradero donde tenemos unas vistas espléndidas de la basta planicie manchega. Cuando la senda tiende de nuevo a bajar, a unos metros del camino a la derecha se levanta majestuosa una encina milenaria de gran interés cultural y natural con unos 20 metros diámetro de copa y dotada de gran porte.
Nuestro destino final se encuentra oculto a mano derecha a unos 8,7 kilómetros del punto de partida. Se trata de la cueva del Panzo, una cavidad que se empleaba como asentamiento en donde se podía descansar en tiempos de cosecha y en época de subir el ganado al monte. Volveremos al punto de partida por el mismo camino.
Esta ruta, que podremos recorrer a pie (ida y vuelta) en unas cuatro horas y media, está marcada con las típicas señales blancas y amarillas de la red de senderos de la provincia de Toledo (PR-TO-45); para realizarla se recomienda zapato y ropa cómoda.
La mejor época es la primavera, aunque también otoño o invierno es recomendable; en el caluroso verano manchego es aconsejable evitar las horas centrales del día.
Quintanar de la Orden bien merece un paseo por su callejero y reponer fuerzas degustando la rica y tradicional cocina manchega. En el paseo por la localidad destacan la Iglesia de Santiago Apóstol, sus casas blasonadas repartidas en la calle de las Aguas y en la plaza del Ayuntamiento, entre ellas la Casa Piedra, las escuelas hechas en ladrillo y mampostería en el siglo XX, las viviendas de la Plaza Echeagaray o la Plaza de Toros, del siglo XIX.
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