En el centro neurálgico de la ciudad de Toledo, Patrimonio de la Humanidad, en la plaza del Ayuntamiento, se levanta la Santa Iglesia Catedral de Toledo, nombre oficial y completo que recibe este monumental edificio consagrado a la Virgen de la Asunción y que comenzó a construirse en el año 1226, bajo el reinado de Fernando III el Santo, sobre los cimientos del templo visigodo existente desde el siglo VI que fue también utilizado como mezquita; las últimas aportaciones góticas se dieron en el siglo XV cuando en 1493 se cerraron las bóvedas de los pies de la nave central, en tiempos de los Reyes Católicos. Durante los siglos posteriores se acometieron distintas reformas entre las que se encuentran las de sus fachadas oeste, norte y sur en el siglo XVIII.

Como todas las catedrales, la de Toledo, Primada de España, ha sido lugar de forja de la cultura occidental y europea; en ellas estuvo el embrión de las actuales universidades, fueron precursoras de las labores asistenciales y se convirtieron en excepcionales talleres de arte. 

El viajero debe reservar su tiempo para contemplar el majestuoso edificio, para recorrer sus naves, capillas, museos y rincones, para admirar el continente y el contenido del que, según muchos, es el templo cristiano que encierra una mayor riqueza artística solo por detrás de la basílica vaticana de San Pedro.   

La vista de su fachada principal ya nos muestra el esplendor del edificio de estilo gótico con una clara influencia francesa. Su torre tiene una altura de 92 metros y merece la pena informarse sobre la visita a la misma para disfrutar de unas vistas únicas de la ciudad. En esa fachada se encuentran las puertas del Perdón, la del Juicio Final y la del Infierno, y, bajo el Arco de Palacio, la pequeña Puerta del Reloj o del Niño Perdido.

El acceso al templo se realiza por la Puerta Llana situado en la calle Cardenal Cisneros en la fachada sur; algo más allá se encuentra la espectacular Puerta de los Leones.

El grandioso interior tiene 120 metros de largo por 60 de ancho. Nuestra recomendación es que se pierda en el transitar por sus cinco naves, sostenidas por 88 columnas y 72 bóvedas; que admire sus muchas capillas, cada una con un tesoro que descubrir, y entre las que destacan la capilla Mozárabe, la de San Pedro, la de la Virgen del Sagrario o la de los Reyes Nuevos ; que se deleite con la riqueza del Retablo Mayor o del coro; que admire el esplendor cromático de la Sala Capitular; que se detenga en las obras de arte únicas que encierra la Sala del Tesoro (con la fastuosa Custodia de Arfe) o en los lienzos que cuelgan de la Sacristía en la que hay que levantar la vista para contemplar el grandioso fresco de Lucas Jordán y, al fondo, El Expolio del Greco, junto a obras de, entre otros, Caravaggio, Tiziano, Van Dick, Orrente, Tristán, Goya, Morales o José Ramos.

No debemos pasar por alto la contemplación del Transparente, integrada en la espalda del Altar Mayor y considerada en su momento como la obra cumbre del barroco español; o la visita al Claustro y sus magníficos frescos.

Por supuesto, no podemos olvidar que más allá de su indudable y contrastado valor histórico y artístico, la Catedral de Toledo tiene un valor y un significado teológico como referente para la vida pastoral de toda la diócesis toledana y para los fieles