Tras cinco campañas de excavación, los arqueólogos han reconstruido el devenir de una ciudad fortificada que se enfrentó a las tropas de Roma. El Castro de los Rodiles, en el término de Cubillejo de la Sierra (Molina de Aragón, Guadalajara), es un castro celtibérico con un pasado que abarcó desde el Bronce Final hasta la conquista romana de la Península.
El yacimiento se ubica en el paraje denominado “Loma Gorda”, importante elevación del terreno al borde de una amplia llanura de gran riqueza agrícola desde la que pueden controlarse las importantes vías de comunicación que unen la Meseta con el valle del Ebro. Esta gran llanura está atravesada por pequeños arroyos que aguas arriba conforman el río Piedra, uno de los afluentes más importantes del Jalón (afluente a su vez del río Ebro).
La Loma Gorda se eleva a 40 metros respecto a los terrenos llanos circundantes. Ocupa una extensión aproximada de 5 hectáreas, aproximadamente un kilómetro de largo por unos 320 metros de ancho, y está rodeado por tres recintos amurallados concéntricos.
Comenzando desde la parte exterior del poblado hallamos:
a) “Recinto amurallado 3”, que cierra una superficie de 5 has. Los tramos visibles permiten identificar una muralla de cajón, de 1’5-2 m de anchura, que conserva en algunos lugares hasta 1,20 mts. de altura.
b) “Recinto amurallado 2”. Igualmente parece tratarse de una muralla de cajón de entre 1’5 y 2 m de anchura, cuya altura llega a los 2 m en algunos puntos.
c) “Recinto amurallado 1”, el más interior y en la parte más alta del cerro, que cierra un espacio de aproximadamente 1,5 has. Conserva una altura media de unos 2 m y una anchura aproximada también de 2 m.
Tanto en la acrópolis –llamada así la parte central y más alta del yacimiento– como en la primera y en la segunda terraza de la gran loma, han aparecido restos de construcciones que muestran la existencia de un urbanismo ortogonal bien estructurado.
Ahora, el libro El oppidum celtíbero-romano de Los Rodiles, escrito por María Luisa Cerdeño Serrano (Universidad Complutense de Madrid), Marta Chordá Pérez (Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda), Teresa Sagardoy (Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha) y Emilio Gamo Pazos (Museo Nacional de Arte Romano de Mérida), reconstruye la historia del lugar.
Según el estudio, este oppidum “de grandes dimensiones” se fundó en el III a.C. con importantes defensas ciclópeas. Así existió durante un siglo, hasta que los romanos iniciaron una gran operación militar contra los celtíberos. La destrucción bélica afectó a toda la ciudad.
Tras la destrucción, la ciudad revivió ya bajo dominio romano, con una planificación urbanística diferente. Finalmente, el lugar se abandonó en el siglo I a. C. tras las guerras de Sertorio.
Entre esa fecha y la época tardorromana (siglos III-V d. C.), la población ocupó la villa romana de La Vega, situada a junto al viejo oppidum, y allí se mantuvo hasta época visigoda (siglo VI). Una necrópolis de esa época a 200 metros del antiguo oppidum lo atestigua.
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