La Serranía de Cuenca es zona habitual de peregrinaje para los amantes de la naturaleza y el senderismo, o para aquellos que buscan deportes de aventura como el descenso de cañones, vuelo en ultraligero, parapente, rutas a caballo, etc.
En plena Serranía está la localidad de Poyatos, en un cerro situado en la sierra de las Majadas. Tiene un rico patrimonio en el que destaca el conjunto amurallado que rodea la iglesia y su Arco del Concejo, que separa la zona del templo del conjunto civil del ayuntamiento.
La carretera CUV-9031 que recorre el río Escabas desde Poyatos es una delicia para cualquier amante de la naturaleza. Las hoces cinceladas por las aguas cristalinas se pueden recorrer a pie (en parte) y aprovechar en los meses estivales algunas zonas para darse un baño. Son innumerables las rutas que recorren la zona.
Aquí proponemos una ruta corta y hermosa hasta uno de los parajes más escondidos de la Serranía, con un extra de aventura: hay tramos en los que hay que ir por agua, incluso meterse en alguna que otra pequeña poza.
Ascenderemos por el propio cauce del arroyo hasta la recompensa final, un chapuzón bajo la misma cascada.
Distancia, 4 kilómetros (ida y vuelta)
Dificultad, fácil, exceptuando los tramos por el interior del arroyo.
Debido a la temperatura del agua, sólo se puede hacer en verano.
Se recomienda bañador y calzado adecuado.
Esta ruta parte del Campamento Pio XI, a 10 kilómetros de Poyatos por la carretera CUV-9031. Allí dejaremos los coches.
Para empezar, enseguida hay que cruzar el río Escabas, no muy caudaloso en esta parte, por lo que el paso es fácil pero ya estaremos mojados. El arroyo Frío, afluente del Escabas, hace honor a su nombre: las aguas son frías incluso en verano.
Paralela al cauce del arroyo va nuestra senda, entre cortados de roca caliza, rodeada de pinares de pino negral, robles y encinas.
Como en un juego acuático, intermitentemente, pero siempre a contracorriente, debemos atravesar el cauce del río, a veces con pasos fáciles y otros algo más complicados que nos obligan a pequeños saltos, apoyos o trepadas. El agua, queramos o no, acabará mojándonos.
Antes de darnos cuenta, la zona se estrecha y el ruido del agua lo llena todo: la cascada está cerca.
En un amplio claro se nos aparece la cascada que, por las formaciones tobáceas por las que se derrama, asemeja la cabeza de un fraile. Se puede rodear la cascada para observar estas formaciones. Bajo el chorro de agua, si nos atrevemos, nos espera un baño perfecto antes de emprender el camino de vuelta.
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