Ayna está enclavado en uno de los parajes más sugerentes y pintorescos de Castilla-La Mancha: en lo más profundo de la garganta del río Mundo, en el estrecho del Gargantón, asomada a un balcón natural de roca. De aquí le viene el sobrenombre de La Suiza Manchega. En el entorno, imponentes farallones rocosos, abundante vegetación, nieve en invierno, mil colores en otoño, huertas en terrazas en las laderas del monte, agua, la fértil vega del río… Ayna y sus alrededores son una especie de edén excavado en roca.
Todo el conjunto es perfectamente visible desde el recomendable Mirador del Diablo, a 1,5 km en la carretera que traemos viniendo desde Albacete. Desde aquí podemos observar, a la izquierda, una de las zonas de escalada más importantes de la región. Y es que toda esta zona es perfecta para la práctica de actividades en la naturaleza como la propia escalada, el senderismo, BTT…
Como perfecta muestra de todo ello presentamos este paseo de 3,5 kilómetros hasta La Alcadima, un precioso pueblo abandonado a orillas del río Mundo. Por el camino tendremos estupendas vistas de Ayna y sus alrededores.
Ruta circular
Dificultad fácil
Distancia total, 8,5 km.
2 horas a pie aproximadamente
El trayecto, que es parte del GR 67, sale desde el puente que cruza la rambla de Cantazorras, ya casi a las afueras del pueblo, en la antigua “entrada de Liétor”. El sendero está perfectamente habilitado, es una pista forestal que se ha asfaltado por tramos, con protecciones de madera para poder disfrutar de las vistas con tranquilidad. Se puede recorrer en familia; mucha gente lo hace corriendo.
Desde la salida del pueblo hay que seguir el camino del Salero hasta pasar por el cementerio viejo de Ayna. Por el camino hacia La Alcadima tenemos el maravilloso tajo del río a nuestra derecha, grandes pinares y la verde huerta.
Avanzamos siempre sin bajar, hacia la izquierda, casi 2 kilómetros, hasta que llegamos a una bifurcación que tomaremos hacia la derecha, ahora sí, descendiendo hacia el río. A mano queda un estupendo mirador sobre el Mundo. Abajo a la derecha vemos las antiguas salinas y arriba, en lo alto de una roca, la Casa del Salero. A 1,5 kilómetros está ya La Alcadima.
La Alcadima fue pedanía de Liétor y sufrió, como tantos otros pueblos, una emigración masiva hacia las ciudades a mediados del siglo XX. Aunque hace ya más de medio siglo desde que se despobló, se puede apreciar que aún hay gentes que deben visitar y cuidar la zona. Varios cultivos bien cuidados muestran multitud de plantas aromáticas, granados, olivos, higueras y parras de uva. Quedan incluso algunas viviendas en relativo buen estado. Sus casas de piedra y yeso se apiñan en callejones estrechos. Algunas aún conservan sus grandes puertas de madera y los cerrojos de hierro.
El río Mundo fluye por aquí tranquilo y cristalino. Los peces son visibles a primera vista. Un pequeño puente permite cruzarlo de un lado a otro.
Aún queda en pie la fuente, viva, con agua manando sin parar. Sentarnos a su lado puede ser una buena manera de recobrar fuerzas antes de volver por el mismo camino, mientras imaginamos la vida diaria, no hace mucho, de los alcadimeros de antaño.
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