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El extremo norte de Guadalajara: la antigua sierra de Miedes y sus pueblos

Guadalajara

La actual Sierra de Pela, en el noroeste de la provincia de Guadalajara, fue conocida antiguamente como Sierra de Miedes. Era, junto al Duero, frontera natural entre las tierras cristianas al norte y ...
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8km
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Miedes de Atienza
4.8km
Bañuelos
2.2km
Romanillos

La actual Sierra de Pela, en el noroeste de la provincia de Guadalajara, fue conocida antiguamente como Sierra de Miedes. Era, junto al Duero, frontera natural entre las tierras cristianas al norte y las musulmanas al sur.

 

La Sierra de Miedes es parte de la Historia y la literatura universal gracias al Poema de Mío Cid. El Cid, la noche del noveno día de su destierro, justo cuando finaliza el plazo decretado por el rey, desciende junto a sus 300 caballeros la sierra de Miedes, acampando en el lugar conocido como la Peña del Cid, para adentrarse en el territorio de la taifa de Toledo, aliada de Alfonso VI.

 

Otro día mañana piensan de cavalgar,

Es día á de plazo, sepades que non mas;

A la Sierra de Miedes ellos ivan posar.

De diestro Atiença las torres, que moros las han.

 

Por aquí pasa el Camino de Levante, que, desde Valencia y Alicante, se dirige hasta Burgos cruzando las montañas levantinas, la Mancha, las Alcarrias de Cuenca y Guadalajara y los páramos sorianos en dirección a Santiago de Compostela. Este Camino de Levante coincidió mucho tiempo con la llamada Ruta de la Lana, que servía para que esquiladores, ganaderos y comerciantes llegaran al gran centro comercial lanar, que era la ciudad de Burgos. Por ello, al Camino de Santiago se le ha llamado, a su paso por la provincia de Guadalajara, “La Ruta de la Lana”.

 

Es una ruta espectacular y variada ideal para el senderismo y el ciclismo. El tramo que ocupa estos paisajes se llama, cómo no, “El destierro del Cid”, y nos lleva a visitar algunos de los pueblos más desconocidos de la provincia.

 

Y es que pocos se aventuran más allá de Atienza, que es y ha sido la villa más importante de la zona y que hoy en día acapara la mayor parte del volumen turístico de la zona. 

 

Los pueblos de esta sierra tienen una fisonomía propia que nos sorprenderá por sus casas señoriales de piedra rosada y las pequeñas joyas patrimoniales que salpican sus calles.

 

Miedes de Atienza ha sido y es frontera: lo fue en tiempos de la Reconquista, era paso obligado para comerciantes, ganado, soldados y peregrinos; lo es ahora como último pueblo de Guadalajara antes de entrar en Soria. Por el angosto camino de Miedes bajó Rodrigo Díaz de Vivar. 

 

En un paseo por el pueblo, las casas típicamente serranas se mezclan con otras más señoriales. Así, aquí encontramos algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura popular de gruesos muros de mampostería o de sillar de piedra roja; también, palacios del siglo XVIII, en cuyas fachadas lucen los escudos nobiliarios que nos dan una idea de su importante pasado. Entre ellos son de renombre el palacio de Juan de Recacha junto a la iglesia, el de Beladíez Trujillo en la plaza Mayor, y otro que luce en su fachada el escudo de la Inquisición. El contraste es grande: hoy Miedes apenas cuenta con 70 habitantes.

 

La iglesia conserva algunos de sus atributos románicos, por ejemplo la cabecera, pese a que fue reformada durante el siglo XVIII.

 

Gracias al agua, Bañuelos, el pueblo más al norte de la provincia, parece un oasis en un páramo de tierra roja. Probablemente ese fue el motivo que llevó a los primeros pobladores a asentarse aquí: un caudaloso manantial que hoy brota por una fuente de ocho caños, construida en 1904, entre chopos, nogueras, olmos y una espesa vegetación que convierten el lugar en una inusitada zona verde. En esta fuente nace el río Cañamares, cuyo valle se divisa a lo lejos.

 

Destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI, conserva algunos elementos románicos, como su sencilla portada techada de una sola arquivolta decorada con motivos vegetales que hace de éste un templo pequeño y austero, pero especial.

 

En lo más alto del valle del Cañamares, está Romanillos, en cuyo casco urbano también predomina la piedra rosada de las casas señoriales; algunas de ellas tienen en las fachadas decoraciones geométricas en el frontis dignas de mención.

Pero sin lugar a dudas,  entre todo el caserío destaca la iglesia de San Andrés Apóstol, un bello ejemplo del románico rural del siglo XIII. Aún pueden rastrearse las huellas medievales en su galería porticada, en la portada y en su pila bautismal que alberga su interior.

 

En Romanillos hay apenas 30 habitantes. El viaje por estos pueblos nos deja la sensación de transitar por un pasado esplendoroso y lleno de vida a punto de extinguirse.

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