Villanueva de los Infantes, la “capital del Campo de Montiel”, es una parada obligada que merece una visita pausada. Declarada Conjunto Histórico-Artístico, su entramado urbano está plagado de tesoros arquitectónicos de gran belleza como edificios civiles, religiosos, palacios y casas populares. Empezando por la plaza Mayor, de principios del XVII, en torno a la cual gira la vida de la ciudad. Desde aquí, perdámonos por sus rincones.
En las construcciones civiles destaca el Hospital de Santiago, del siglo XVII y origen medieval; la bellísima Alhóndiga y su precioso patio; la Casa del Arco, de singular belleza, con una deslumbrante portada; la Casa de los Estudios, la casa-palacio del Marqués de Entrambasaguas, el Tribunal de la Inquisición, la Plaza de San Juan o la calle Cervantes son, entre otros muchos, lugares inexcusables de nuestro paseo.
Entre los múltiples edificios de culto religioso a destacar -como la iglesia de San Andrés, la ermita del Cristo de la Familia o la iglesia de la Trinidad– es obligado nombrar el Convento de Santo Domingo, por ser el lugar donde murió Quevedo y conservar su celda en el interior.
Las figuras de Santo Tomás de Villanueva, del humanista Jiménez Patón, del artista Francisco Cano o los universales Quevedo (muy enfermo, se traslada a Villanueva de los Infantes, donde falleció el 8 de septiembre de 1645 y donde también está enterrado), Cervantes, Lope; las corridas de toros que aquí se celebraban desde 1630 y su corral de comedias... ayudaron a convertir la ciudad en foco cultural de La Mancha durante el Siglo de Oro.
Si queremos escapara de tanta monumentalidad, el complemento perfecto es el museo de arte contemporáneo «El Mercado».
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