Entre las villas medievales de Sigüenza y Atienza, en un espacio de apenas 20 kilómetros, existen vestigios de más de 10 grandes explotaciones de sal; complejos industriales de los más antiguas e importantes por producción y extensión, enclavados todas ellos en una microrreserva natural de gran diversidad litológica y de flora y fauna: el valle del río Salado.
Este conjunto salinero, las salinas de la comarca de Atienza, explotadas desde tiempos inmemoriales y documentadas desde 1139, fueron durante siglos las más importantes de Castilla, produciendo el 7% de toda la sal que se extraía en España, y tuvieron en el siglo XVIII sus días de mayor esplendor.
Pueden citarse dentro de las denominadas salinas de Atienza las de Imón, La Olmeda, Bujalcayado, Santamera, Rienda, Tordelrábano, Carabias, Alcuneza, Paredes, Riba de Santiuste, Valdealmendras y El Atance. Fueron perdiendo actividad con el paso del tiempo, encontrándose en la actualidad abandonadas gran parte de ellas, muchas prácticamente en ruinas.
En pocas, como las de Imón, La Olmeda de Jadraque, Bujalcayado o Santamera, aún se puede apreciar su glorioso pasado.
Las salinas de Imón se hallan situadas en una extensa llanura al pie de las montañas derivadas de las sierras de Paredes y Somosierra y apenas distan 150 metros del pueblo que les da nombre. El conjunto se compone de tres almacenes de gran tamaño, dos de ellos se conservan en pie, San Antonio y San José; cinco norias, cuatro de ellas se conservan en estado aceptable, distribuidas a lo largo de la instalación; varios recocederos y unas mil albercas, que mantienen la mayoría de sus empedrados y maderos. Cierran el conjunto edificios anejos, oficinas y pequeños almacenes que nos dan una idea completa de su actividad.
Las salinas de La Olmeda de Jadraque se componen de dos almacenes, cinco norias, varios recocederos y unas ochocientas albercas, divididas en distintos partidos. El conjunto se completa con edificios anejos que servían como vivienda a los trabajadores y una iglesia.
En el centro del pueblo de Olmeda encontramos la iglesia parroquial San Mateo con restos del siglo XIII (espadaña y puerta con cenefa) y del siglo XV. A la entrada del pueblo divisamos la ermita dedicada a la Soledad, con portada y dos arcos de sillería. Quedan ejemplares de casonas, como la del administrador de las salinas y la antigua posada; en ellas destacan sus aleros en madera, el color rosa suave de las paredes y los motivos geométricos de ruedas y flores. No podemos dejar de ver las dos fuentes talladas en piedra.
Las salinas de Bujalcayado, una pedanía casi despoblada, se encuentran en el término municipal de Riosalido, entre parajes de gran belleza natural. Están muy próximas a las salinas de La Olmeda –a apenas 200 metros–, que aún conservan su perfecta cuadrícula de canales y albercas meticulosamente empedradas.
Las salinas de Santamera, llamadas de Gormellón, se encuentran en el término municipal de Riofrío del Llano, que debe su nombre al río Regacho, que nace en estas tierras y riega sus vegas. El pueblo presume de una veintena de fuentes cristalinas y medicinales.
Santamera es un paraje bastante sorprendente y bello, tan encajonado entre roquedos que nos parece estar entre las grandes montañas del norte de la península.
Paseando desde Santamera por el camino del cementerio, atravesaremos un fabuloso cañón de paredes calizas de 200 metros de altura que desemboca en al embalse del Atance, donde el pueblo homónimo quedó sumergido, con sus salinas, en 1999.
Las salinas de Riba de Santiuste yacen solas y abandonadas desde hace medio siglo a un kilómetro del pueblo, junto a la carretera de Paredes. Es recomendable sacar un rato para trepar al cerro del castillo.
Sin apenas apartarnos de nuestro itinerario siguiendo el Salado, recomendamos visitar dos imprescindibles: Palazuelos, villa medieval amurallada conocida como la "pequeña Ávila", y Carabias, que posee un magnífico ejemplo de románico en la iglesia de El Salvador y su galería de 22 arcos.
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