Valdeverdeja, en la comarca toledana de Campana de Oropesa, ya en el límite con Cáceres, está rodeado de una preciosa vegetación que, junto con sus pozos y molinos de agua, le confieren un especial entorno para ser visitado.
Además de su naturaleza, el pueblo tiene un hermoso conjunto urbano que aún conserva la estructura medieval de calles empedradas e irregulares. Sus casas tradicionales están hechas de mampostería, sillares en las esquinas y piedra para el recercado de las ventanas.
La plaza Mayor es el eje donde confluyen las principales arterias del pueblo y centro de la actividad política, económica y cultural. Destaca en el conjunto el Ayuntamiento (del siglo XVII-XVIII), cuya planta baja cuenta con unos preciosos arcos de medio punto sostenidos por columnas dóricas y en la segunda los ventanales se presentan en simetría con los arcos.
La Casa Parroquial o del curato constituye el otro edificio emblemático de interés. Fue donada por el párroco D. Juan Felipe de Clavería, en 1693, a sus sucesores.
La iglesia parroquial de San Blas, del siglo XVI, es sin duda el edificio religioso más importante. Dentro de él llaman la atención el púlpito, las pilas benditeras, la pila bautismal y el aguamanil empotrado en uno de los muros de la sacristía.
Ya fuera del núcleo urbano, un rico patrimonio etnográfico y cultural se concentra en el lagar de los Pozos Nuevos, declarado Bien de Interés Cultural, donde venían antiguamente las mujeres a lavar, y el molino de los Rebollos.
Un camino une el casco urbano con los pozos y el molino, ya en el río Tajo, y nos brinda un agradable paseo por los usos y costumbres de los verdejos en un museo etnográfico al aire libre.
Distancia aproximada: 2 km (pozos) y 3,5 km (molino).
Apta para bicicleta
Desde el pueblo el sendero desciende paulatinamente por una frondosa depresión que se abre hacia el Tajo, regresando por el mismo trazado. Durante toda la ruta encontramos restos de la relación de todo un pueblo con el agua, indicios de lo que hizo que el valle se llenara de vida. La importancia del agua como base para el sostenimiento de las sociedades rurales y los esfuerzos para aprovecharla como recurso quedan esculpidos en este sendero.
Llamativos pozos, faraónicas presas e ingeniosos molinos salpican este itinerario como perpetuos indicios de otros tiempos.
Partimos con el fondo de las sierras de la Jara, acompañados por grandes moles graníticas (bolos o canchos), chumberas con sus frutos, dehesas de encinas, olivares y corrales con cercas de granito.
Al fondo de un hermoso valle están los Pozos Nuevos: más de cien pozos que pertenecían a particulares (en las tapas pueden leerse aún muchas de las iniciales de sus dueños); pero también existían pozos comunes. Sus brocales construidos con piedra de granito son de una gran belleza, al igual que las pilas para lavar. Aquí acudían los verdejos/as para acarrear el agua para los usos diarios más comunes, y las lavanderas alfombraban todo el valle tendiendo sus coladas, un trabajo agotador, diario y sin más ayuda que la de las propias manos.
Abandonando los pozos y siguiendo el curso del arroyo, la senda se hace más abrupta al descender por el valle. El arroyo del Cubo baja en dirección norte-sur hasta encontrarse con el río Tajo. Allí se localizan los molinos de agua, ya documentados que en las descripciones de Felipe II en el siglo XVI. De los grandes conjuntos molineros que tuvo esta villa, destaca el magnífico complejo hidráulico Molino de los Rebollos.
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