Nos vamos de senderismo a los Montes de Toledo, al término municipal de Navahermosa, muy cerca del Parque Nacional de Cabañeros. Desde Navahermosa sale la ruta de la Hoz de Carboneros, una aventura a pie que nos adentra en una zona tan bella como desconocida.
Al sureste del pueblo, el valle que forman los curso de los arroyos Trevejiles y Jimena se estrechan en su parte más alta en una garganta por la que el agua corre en bonitas cascadas, regatos y pequeños arroyos. El sonido del agua y una frondosa vegetación mediterránea de lavanda, tomillo, jara, brezo, cantueso, escaramujo, algún pinar, bosques de rebollos y densos helechales nos irán acompañando todo el camino.
No está señalizada, así que se recomienda llevar track o mapa y GPS. Con eso y las marcas que van dejando otros senderistas (montoncitos de piedras) deberemos guiarnos hasta el final de la ruta.
La ruta es lineal, ida y vuelta por el mismo recorrido.
14 km en total
Duración aproximada: 4:30 horas
Dificultad baja-media. Alta en los últimos tramos por terreno irregular.
Recomendable llevar bastones.
Iniciamos el recorrido en la entrada del coto social de Navahermosa, donde podemos dejar el coche. Para llegar hay que salir del pueblo con dirección al cementerio y continuar siempre recto, dejando el castillo de Dos Hermanas a la izquierda y sin hacer caso a otros caminos que salen a la derecha.
El castillo, uno de los más antiguos de la provincia (entre el siglo XI y XII), se encuentra actualmente semiderruido. Las vistas desde el peñasco son fantásticas: por un lado los Montes de Toledo y por otro lado la llanura repleta de olivos.
El paisaje que nos brinda este lugar ya desde el comienzo es espectacular: a lo lejos podemos ver “El Robledo”, San Pablo de los Montes e incluso Los Yébenes. Al principio, el camino es fácil y ancho.
Por el fondo de la depresión discurre el arroyo Jimena, cuyo cauce será nuestro guía, pues hemos de seguirlo en todo momento. La vereda se estrecha por la garganta hasta obligarnos a andar en fila india. Alternando sucesivamente subidas y bajadas, a unos 4 kilómetros del inicio, llegaremos hasta zonas en las que no habrá senda que seguir, y deberemos transitar entre rocas y pedrizas.
El final de la ruta es la más complicada pero la que mejor recompensa ofrece: ya en el corazón de la hoz, encajonados entre grandes paredes de roca, nos encontramos un entorno fabuloso de abundante vegetación, grandes arces, rosales silvestres e incluso algún gran acebo. Es aquí donde en época de lluvias deberemos mojarnos los pies para badear el arroyo. La complejidad técnica aumenta teniendo que trepar a cuatro manos por un pedregal, aunque apto para cualquier persona activa.
Girando ligeramente a la izquierda veremos, a apenas 100 metros, una imponente chorrera. Un saliente de roca de la anchura de un pie, es el único paso para acceder. La cascada de Carboneras derrama agua cristalina desde 10 metros de altura y pone punto final a una excursión espectacular y casi secreta.
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