Los Yébenes, a 42 kilómetros de Toledo, se levanta en la falda de la sierra del mismo nombre que ocupa la zona más oriental de los Montes de Toledo; de hecho, su etimología procede del árabe yebel que significa monte. Por el extremo norte del extenso término municipal discurre la senda del risco de Los Yébenes, un recorrido circular de 15,4 kilómetros con 600 metros de desnivel acumulado que se puede realizar a pie en unas tres horas y media. Apta también para los amantes de la bici de montaña, aunque en este caso nos toparemos con tramos que puede que nos harán echar pie a tierra en algún momento.

En la carretera N-401 que une Toledo con Ciudad Real justo en la zona más elevada junto a una curva cerrada, podemos aparcar el coche y comenzar nuestro paseo.

Nada más empezar se levantan ante nuestros ojos los molinos de viento que se recortan sobre las lomas de la sierra, en una privilegiada atalaya conocida como la solana de Los Molinos. El Torrecilla y el Tío Zacarías han sido restaurados, y este último cuenta en su interior con la maquinaria completa para moler.

La senda continúa por la cuerda de la sierra y alcanza el paraje de La Chorrera y el Montón de Trigo. Estamos en las zonas más escarpadas e inaccesibles de la sierra que, resultaron idóneos para el establecimiento de pequeños poblados de la Edad del Bronce, aprovechando las posibilidades defensivas y de control del territorio y los pasos naturales.

A unos 6 kilómetros alcanzaremos el punto más elevado del recorrido, el pico Vedado que con sus 1.069 metros ofrece unas vistas espectaculares desde el Mirador del Valle del Algodor. Antes nuestros ojos se extienden las llanuras manchegas, los Montes de Toledo, los valles del Tajo y del río Algodor, en días despejados en el horizontes se recortan las sierras de Gredos y la del Guadarrama.

En este punto la ruta desciende para, a media ladera, volver hacia el pueblo. Emulando a los rebaños de ganado mesteño, el sendero permite recorrer un tramo de la Cañada Real de las Merinas que cruza la sierra por la ladera sur hacia Ciudad Real.

Pasaremos cerca del casco urbano para alcanzar la ermita de San Blas, patrón de la localidad. Edificada en el siglo XVI sobre un emblemático cerro donde, en los primeros días de febrero, se organiza una gran fiesta y romería. Muy cerca se puede visitar una antigua mina de hierra a cielo abierto de pequeña dimensiones, cuyo origen es hoy día desconocido aunque pudo ser explotada a principios del siglo XX.

El último tramo es empedrado, está salpicado de algún banco para contemplar las vistas hacia el sureste y también podemos aprovechar para picar algo en la zona de merendero ya cerca del final de la ruta.

Merece la pena aprovechar para reponer fuerza en algunos de los establecimiento de la localidad, que ofrece una gastronomía típicamente monteña, y dar un paseo por callejero que guarda rincones, casonas y monumentos que nos hablan de su historia y su pasado floreciente.