En el corazón de los Montes de Toledo, a 50 kilómetros de la capital castellanomanchega, se encuentra San Pablo de los Montes. Se levanta el caserío en las laderas cuajadas de encinas, madroños, jaras, sabinas, quejigos y robles, y de una abundante cantidad de plantas aromáticas como el tomillo, la lavanda o el romero.

En los alrededores se abre una gran variedad de senderos que nos permiten conocer con detalle  estas sierras y valles donde no será difícil avistar ciervos, corzos y jabalíes o el vuelo de rapaces y buitres leonados. 

Desde la cercana pedanía de Las Navillas –a 5 kilómetros de San Pablo, aunque perteneciente al municipio de Menasalbas– parten varias rutas senderistas aptas para todos los públicos, algunas de las cuales también se pueden realizar en bici de montaña. La más popular y asequible –apta para todos los públicos y de unos 10 kilómetros de longitud– es la ruta que, saliendo de la gran explanada que nos encontramos en la entrada de la población, sale en dirección sur hacia el Puerto Marchés. 

Nos encontramos en la Cañada Real Segoviana. El camino discurre, paralelo al arroyo que dejamos a nuestra derecha, por una amplia pista que poco a poco, y en dirección sur, se va adentrando en un frondoso robledal. Después de 2,5 kilómetros a la derecha se abre un prado entre los robles que resulta perfecto para hacer una parada o incluso pasar el día a la vuelta de nuestra excursión. En los alrededores se encuentra, labrada en una gran roca de granito, la llama Tumba del Peregrino.

En menos de 500 metros alcanzaremos la fuente de la Canaleja, muy apreciada por sus propiedades diuréticas. A partir de aquí se endurece la pendiente y el camino se estrecha. Tras 5 kilómetros de marcha, y salvando una última rampa, llegamos a Puerto Marchés. Las vistas desde este punto son espectaculares: al norte hemos dejado atrás el valle del Tajo, al sur se abren las espectaculares rañas y sierras del Parque Nacional de Cabañeros. Cuentan que la Santa Hermandad ajusticiaba en este lugar a los “golfines y salteadores de caminos”. 

En este punto la ruta se puede alargar tomando el camino que hacia el este nos conduce al puerto del Robledillo, el que parte hacia el sur camino de Retuerta del Bullaque o la senda que en fuerte ascensión nos conduciría al Risco de San Vicente. Estas propuestas alargarán y endurecerán considerablemente la ruta. 

Nuestra propuesta es realizar la vuelta por el mismo camino, o por una estrecha senda muy marcada que sale a nuestra izquierda –según bajamos–, aunque habrá que estar atentos para nos saltárnosla. Esta nos adentra en un paisaje de cuento que transcurre entre el robledal y un suelo tapizado de hojas y musgo con el murmullo del arroyo como compañero de viaje. La senda nos conducirá si posibilidad de pérdida, al punto de partida.