Camuñas es un pueblo tranquilo en el que los vecinos parecen no querer olvidar la manera de construir sus casas, de fachadas encaladas y portones para el almacenamiento de aperos agrícolas.
En el punto más alto del casco urbano se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, reconstruida en el siglo XVIII sobre una iglesia de origen incierto; frente a ella, la Torre del Reloj, que, curiosamente, se construyó aquí porque el lugar pensado para el reloj, el ayuntamiento, estaba a las afueras del pueblo… demasiado lejos de la vista y el oído de los habitantes. En las afueras está también el molino de viento “La Unión” en perfecto estado de conservación, declarado Bien de Interés Cultural con categoría de monumento.
Pues a Camuñas llegan cada año miles de personas que llenan a rebosar plazas y calles para presenciar su singular fiesta del Corpus Christi. Una fiesta cuyo origen probablemente se remonte a los siglos XVI y XVII y que, hoy en día, representa la atávica confrontación entre el bien y el mal mediante un magnífico tributo de ritmo, danza y color.
Dos grupos, pecados y danzantes, aparecen con una imponente vestimenta. En la de los Pecados, con careta y larga vara, predomina el rojo y el negro: son el mal. Los Danzantes, de careta y vestimenta blanca, son la alegría, y el bien.
La parte principal de la representación comienza en la puerta de la Iglesia Parroquial. Durante la celebración de la misa, los pecados, dispuestos en semicírculo, rodean el acceso al templo configurando una formación de asedio. En los momentos más importantes del acto religioso, avisados por disparos de salvas, aúllan y arrastran sus varas por el suelo en actitud agresiva, manifestando así su aversión por cuanto acontece dentro.
Tras la solemne misa comienza una incomparable procesión a cuyo inicio tiene lugar el acto culminante de la representación.
En la Plaza del Reloj, los pecados realizan sus carreras contra los símbolos del bien. Un disparo de pólvora anuncia la inminente llegada de la Pecadilla. Tras la sigilosa carrera de la Pecadilla, viene el Pecado Mayor. A continuación, entra en lid el resto del grupo que encarna los diversos pecados que sacan el lado oscuro del ser humano.
Por último, la estela del Correa concluye la batalla. Uno a uno todos los portadores del mal caen abatidos y humillados ante la custodia. En este momento, los danzantes comienzan a urdir su ritmo más complejo a ejecutar, su danza más transcendental: “Tejer el Cordón”. Durante su desarrollo, los pecados permanecen apostados en actitud acechante tras las alegres filas de las fuerzas benéficas.
Después, la procesión sigue su lento discurrir por las calles del pueblo, impregnando la atmósfera con sus aromas, su evocación barroca y su devoción. A lo largo del recorrido se suceden las impetuosas carreras de los pecados, que serán frenadas a la altura del estandarte una y otra vez. El incienso y la pólvora se disputan los espacios del aire.
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