Cuenca es una ciudad única. Pocos enclaves ofrecen tanta riqueza monumental conjugada con un entorno natural privilegiado. Casonas, palacios, murallas, iglesias, conventos, ermitas, museos y decenas de rincones con encanto sorprenden al viajero en el laberíntico trazado urbano que se levanta sobre un espectacular peñasco entre las profundas hoces labradas en la roca caliza por los ríos Júcar y Huécar.
Merece la pena un recorrido por los miradores que contemplan la ciudad y sus bellos alrededores desde los que contemplaremos unas vistas con atardeceres y amaneceres de ensueño.
En la zona más elevada de la ciudad, donde se encuentran las ruinas de la antigua fortaleza árabe, se abren varios miradores: el de la Hoz –asomado al Húecar–, el del Rey –al que llegaremos tras un pequeño paseo– y el del Barrio del Castillo que, acondicionado con unos pocos bancos a la sombra de los árboles, regala la vista del oeste, donde el sol se esconde cada día.
No muy lejos, justo frente a las ruinas del castillo, un zigzagueante camino inicia su vertiginoso descenso en un mirador natural que se abre al río Júcar.
Bajando desde este punto hacia el casco urbano callejas y plazoletas laberínticas permiten al viajero descubrir rincones que se abren a las hoces de los dos ríos que dibujan el peñasco conquense.
Desde la Plaza Mayor, subiendo por la Ronda de Julián Romero, se encuentra un mirador que nos ofrece maravillosas vistas sobre el río Huécar. Y desde esa misma plaza, descendiendo por la calle Alfonso VIII, principal arteria conquense con fachadas multicolor, accedemos a la plaza Mangana, en donde se yergue la torre del mismo nombre, de estilo neomudéjar y asentada en la antigua zona de la judería. Estamos en un magnífico mirador con vistas a la ciudad nueva, a la Hoz del río Júcar y al casco antiguo de Cuenca desde diferentes perspectivas.
Las vistas son también espléndidas a los pies de las Casas Colgadas en la calle Canónigos. Algo más abajo se encuentra el puente de San Pablo, construcción de hierro de 1902 que sustituyó al puente de piedra de 1589 que había en su lugar. Con sus cien metros de longitud, colgado sobre el curso del Huécar, ofrece unas bellas vistas de la ciudad; aquí, las luces del amanecer tiñen de color las Casas Colgadas, la iglesia de San Miguel y la fachada urbana colgada del peñasco rocoso.
No muy lejos se levanta el Cerro del Socorro, donde se encuentra el mirador del Sagrado Corazón de Jesús con unas vistas fantásticas de toda la ciudad. Para alcanzarlo en coche es necesario tomar la carretera de Palomera. Otra opción es acercarse andando desde el Parador de Turismo por un camino que nos conducirá al alto en menos de 20 minutos.
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