Para el ilustre doctor Gregorio Marañón, Alonso de Covarrubias fue «el más importante arquitecto toledano de todos los tiempos y uno de los principales del Renacimiento español». Aunque su figura pasa desapercibida para el gran público, fue un creador incansable que estuvo siempre a la vanguardia de los avances arquitectónicos de su época, hasta convertirse en uno de los más insignes arquitectos del siglo XVI.
La ruta que permite contemplar algunas de sus obras más emblemáticas es un viaje en el tiempo, un recorrido por la historia y el arte de la España del siglo XVI. Castilla-La Mancha, especialmente Toledo, es el escenario de sus grandes proyectos, iglesias, palacios, capillas, claustros… decenas de edificios que hoy son visitados por miles de viajeros.
Un joven Alonso de Covarrubias trabaja junto a Antón y Enrique Egas en la Colegiata de Torrijos, su pueblo natal. Fue mandada construir entre los años 1509 al 1518. El 3 de mayo de 2018 se cumplieron 500 años de la primera misa en el emblemático edificio de estilo esencialmente gótico.
No fue hasta finales de los años 20 cuando su genio en la traza de monumentos ve la luz. En 1529 le fueron aceptadas sus trazas para la capilla de los Reyes Nuevos en la Catedral de Toledo, y de 1530 son las trazas para la portada de la iglesia de Santas Justa y Rufina.
Tras la muerte de Enrique Egea, en 1534, fue nombrado maestro mayor de la catedral de Toledo. Desde entonces centró su labor en esta ciudad. En la templo toledano dejó su huella en la capilla de San Juan Bautista o de la Torre, en la Puerta de los Leones o en la portada de la Presentación. Se encargó en aquella época, entre otras proyectos, de las obras de remodelación del toledano monasterio de San Clemente y de la terminación de las obras del hoy Museo de Santa Cruz, en las que diseñó la monumental escalera del claustro y algunos detalles del patio principal.
En 1537 alcanzó su más alto honor cuando Carlos V le nombró, junto a Luis de Vega, maestro de obras reales de Madrid, Toledo y Sevilla, encargándose, por ejemplo, de la remodelación del hoy desaparecido Alcázar de Madrid, que se levantaba en la actual ubicación del Palacio Real.
En 1541 trazó la parte principal del palacio arzobispal de Toledo y el imponente claustro Real o de los Generales del convento de San Pedro Mártir.
En esa época, cénit de su carrera y su arte, Covarrubias levanta el Hospital de San Juan Bautista de Toledo, conocido como el Hospital Tavera, ya que fue fundado por el cardenal don Juan Pardo de Tavera. Un emblemático proyecto con el que se convierte, superando viejos cánones góticos y platerescos, en el principal representante del llamado Manierismo serliano; abandona los efectos decorativos aún relacionados con el plateresco y la profusa utilización de motivos más o menos anecdóticos, para mostrar una nueva concepción de la monumentalidad clásica, basada en la pureza de líneas y en la mejor utilización de las proporciones y reglas surgidas de la antigüedad clásica.
En esos años concluyó la iglesia del monasterio jerónimo de Santa Catalina, en Talavera de la Reina, y la de la Concepción Francisca de La Puebla de Montalbán.
Hacia 1547-1548 interviene en la famosa Puerta de Bisagra de Toledo y plantea un proyecto urbanístico entre la monumental puerta y Tavera que no llegaría a realizarse.
En 1552 se constata su actuación en la sacristía de la iglesia de Almorox (Toledo), en la iglesia de San Román de Toledo, en la casa de don Diego López de Ayala de Casasbuenas, en el ayuntamiento y parroquia de Illescas, en la de Corral de Almaguer y en la torre de la de Olías del Rey. Trazó también la Colegiata de San Benito Abad de Yepes, conocida como la Catedral de la Mancha; y la escalera, fachada, patio y jardines del Palacio Arzobispal de Toledo.
Alonso de Covarrubias dejó su impronta artística en lugares como la catedral de Sigüenza, donde realizó la «sacristía de las cabezas», que recupera para la arquitectura hispana el uso de la bóveda de cañón; en el mismo templo algunos autores le atribuyen las trazas de la totalidad del altar de Santa Librada.
Trabajó asimismo el convento de la Piedad o de doña Brianda de Mendoza y Luna en Guadalajara, en la parroquia de San Pedro de Novés, en el convento de Santo Domingo de Ocaña, en el Palacio Ducal de Pastrana, en el claustro del convento de San Bartolomé de Lupiana, en el Alcázar y en la sinagoga de Santa María la Blanca.
Murió en Toledo en 1570, convertido en la principal referencia para nuevos arquitectos como Juan de Herrera, quien llevó a las últimas consecuencias los modelos y líneas de trabajo utilizados por el maestro torrijeño.
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