FERNANDO DE ROJAS

Toledo

Talavera de la Reina   Desde 1507 hasta su muerte en 1541, Fernando de Rojas residió en Talavera, donde ejerció como abogado y de la que fue Alcalde mayor. Destaca la magnifica iglesia de Santa ...
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Talavera de la Reina
30.5km
Malpica del Tajo
20km
La Puebla de Montalbán
20.4km
San Martín de Montalbán
15.6km
Navahermosa
21.1km
Los Navalmorales
26.4km
Alcaudete de la Jara
21.7km
Ciudad de Vascos
22.9km
El Puente del Arzobispo
13.5km
Oropesa
3.6km
Lagartera

Talavera de la Reina

 

Desde 1507 hasta su muerte en 1541, Fernando de Rojas residió en Talavera, donde ejerció como abogado y de la que fue Alcalde mayor. Destaca la magnifica iglesia de Santa María la Mayor, la Colegial, situada en la plaza del Pan cuyo exterior e interior merecen una visita detenida; en el claustro reposan sus restos. En el antiguo Ayuntamiento ejerció Rojas sus labores de Alcalde. La plaza del Pan es el núcleo de la Talavera monumental.

 

Las murallas son el emblema de la ciudad. El monumento más querido y conocido de la ciudad es la basílica de la Virgen del Prado, llamada por Felipe II «la reina de las ermitas». La mayor riqueza de la basílica, situada junto a los hermosos jardines del Prado y la plaza de Toros, son los frisos cerámicos que la adornan desde el atrio hasta el altar mayor. Todos los temas de la cristiandad están representados en azulejos que van desde el siglo XVI al XX. Otro lugar donde conocer la historia y evolución de la famosa cerámica de Talavera es el Museo Ruiz de Luna, instalado en el antiguo convento de San Agustín.

 

Malpica del Tajo

 

Esta localidad está bañada por el río Tajo. A él asoma el castillo, refl ejando en el agua torres y almenas. La entrada a Malpica debe hacerse por el norte, atravesando el río por el rojo puente de hierro. Conviene detenerse para contemplar la vista del castillo.

 

Hay noticias de él desde el siglo XIV, aunque es probable que se levantara sobre una fortaleza árabe anterior. Edifi cado en ladrillo, es el resultado de numerosas transformaciones, en los siglos XVII, XIX y XX. Destaca su elegante presencia cuadrada, con cuatro torres esquineras y una de mayor envergadura, la del Homenaje. Malpica se distingue por dos cultivos de calidad: el olivar, del que se obtienen excelentes aceites, y el viñedo. En el entorno, se encuentran dos afamadas bodegas: Pagos Marqués de Griñón y Bodegas Osborne.

 

La Puebla de Montalbán

 

Es la cuna de Fernando de Rojas, y el mejor lugar para tomar contacto con el pueblo natal del bachiller es la plaza Mayor. Ni cuadrada ni rectangular, la plaza tiene una forma irregular que la hace particularmente interesante.

 

El palacio de los duques de Osuna data de la segunda mitad del siglo XVI, y cierra uno de los lados de la plaza con su gran fachada blanca en la que destacan los balcones de buena rejería y la portada de piedra. La iglesia de Nuestra Señora de la Paz fue construida entre 1563 y 1593; desde la plaza se observa la sencillez de su traza, con portada de piedra y una airosa espadaña que culmina el edificio.

 

La dedicación de La Puebla a Fernando de Rojas y su obra se hace patente en el Museo de La Celestina, situado en la plaza Juan Carlos I. Su visita contribuirá a ampliar nuestros conocimientos sobre Rojas, la situación de la población y de España en su época, la Iglesia y la Inquisición, la magia y la brujería, y la vida cotidiana, y, por supuesto sobre La Celestina, su argumento y sus personajes, gracias también al Festival Celestina celebrado durante el mes de agosto.

 

San Martín de Montalbán

 

Los Montes de Toledo enmarcan San Martín de Montalbán. Conserva restos antiguos y en su término municipal se levantan dos monumentos colosales: la iglesia de Melque y el castillo de Montalbán. La iglesia de San Andrés (siglo XVI) se atribuye a Jorge Manuel Theotocopoulos, hijo de El Greco. A 5 kilómetros de la carretera que une San Martín de Montalbán con La Puebla de Montalbán, una pista lleva a Santa María de Melque, iglesia visigodo-mozárabe (siglos VII y VIII) que maravilla por sus proporciones, su luz interior y la delicadeza de sus arcos de herradura. Monumento Histórico Artístico desde 1931, fue rehabilitada a partir de 1960. Frente a la desviación que lleva a Melque, se abre un camino de tierra que conduce hacia el castillo de Montalbán. Esta enorme fortaleza tiene probable origen en una alcazaba árabe del siglo VIII, reedifi cada por los templarios a finales del siglo XII y ampliada en el XIV.

 

Navahermosa

 

Esta población, enclavada en un entorno verde y arbolado, hace honor a su nombre. Es un buen punto de partida para visitar el Parque de Cabañeros, a 12 kilómetros en dirección sur. Navahermosa, gran productora de aceite, tiene su origen en la migración, en el siglo XIII, de los habitantes de una aldea situada junto al castillo de Dos Hermanas. Las ruinas de esta fortaleza (siglo XII) se levantan a 3 kilómetros sobre un peñasco.

 

En la plaza de la Constitución se encuentra el Ayuntamiento, con airoso colofón de hierro de 1883; en uno de sus lados, una casa con soportal sobre pilastras, es el único resto de los pórticos que recorrían la plaza. De la iglesia de San Miguel (siglo XVI) destacan los retablos laterales barrocos, el órgano de 1775 y el museo parroquial que guarda tallas y joyas litúrgicas. La ermita de la Milagra, reedifi cada tras la Guerra Civil, es el destino de una romería el tercer domingo de mayo.

 

Los Navalmorales

 

En 1835, Navalmoral de Pusa y Navalmoral de Toledo se fundieron en un solo municipio, Los Navalmorales. Destaca su Ayuntamiento, en la plaza del Rollo, y su iglesia Nuestra Señora la Antigua.

 

Alcaudete de la Jara

 

Está situada en un paisaje de lomas y llanuras cubiertas de matorral, encinas, chaparros y olivos. Alcaudete es buen punto de partida para visitar la comarca de La Jara. El centro local está en la plaza porticada, construida en 1945. El llamado Torreón del Cura pudo ser antes del siglo XIII una atalaya árabe, muy modifi cada al pasar a manos cristianas.

 

De la segunda mitad del XVI es la iglesia de la Inmaculada Concepción, conocida como la «catedral de La Jara». Con potentes contrafuertes, torre herreriana y portada renacentista, tiene una nave de grandes dimensiones y un retablo que se atribuye a Jorge Manuel Theotocopoulos, hijo de El Greco. En las calles próximas a la iglesia se ven varias casas solariegas con buenas rejerías. El cementerio cuenta con una capilla octogonal construida en ladrillo en la segunda mitad del siglo XIX.

 

Ciudad de Vascos

 

Este recinto arqueológico, situado en Navalmoralejo, a 11 kilómetros de Puente del Arzobispo, plantea numerosos enigmas. La Ciudad de Vascos se levanta sobre un promontorio, con el río Huso a sus pies, rodeada de chaparros, cornicabras, acebuches y matorral de jara. Se cree que fue construida en el siglo X por musulmanes y que pudo tener funciones defensivas. No se conoce el momento del abandono de la ciudad ni sus causas. Tampoco el origen de su nombre.

 

Una muralla de grandes sillares de granito rodea el recinto, cuyo perímetro alcanza unos 3.000 metros. Extramuros se ven los cimientos de lo que pudieron ser habitáculos para personas y animales, una estancia que podría haber servido de mezquita, un recinto abovedado al que se atribuye la función de baños árabes y, más lejos, dos necrópolis.

 

El Puente del Arzobispo

 

La población nació junto al Tajo, después de que se construyera su puente (1383-1388) para facilitar el paso del río a los peregrinos a Guadalupe, a los rebaños de La Mesta y a los ejércitos. Se levantaron hospitales y capillas para atender a los transeúntes, y surgieron casas y negocios. El puente es una bella obra de ingeniería medieval. Inicialmente de ocho ojos, en 1770 se agrandó hasta los once actuales. Sus habitantes, comerciantes y artesanos, iniciaron en el siglo XVI la producción de cerámica que le ha dado fama. La población se centra en la plaza de España, adornada con bancos y fuente de cerámica.

 

La iglesia de Santa Catalina, gótico-renacentista, fue fundada en 1399, y reformada en 1783 y a principios del XIX. En la plazuela de Santa Catalina, o del Pan, hay buenos ejemplos de arquitectura popular, con soportales sobre columnas. En la calle Cañada Real se suceden los alfares donde se elabora la cerámica.

 

Oropesa

 

Oropesa ha sabido conservar parte de su historia. En el lugar hubo un castro ibero y fue paso de la calzada romana que unía Toledo y Mérida. Domina su perfi l el castillo, con la torre del Homenaje de veinticinco metros de altura. Otras tres torres y un amplio lienzo de muralla completan el recinto. Adosado a él, el palacio de los condes de Oropesa se inició en el siglo XVI, se amplió en el XVII y hoy es Parador. La iglesia de la Asunción, espléndido templo renacentista, se sitúa en la plaza de la Constitución, el espacio urbano mejor conservado de la villa.

 

Aquí se encuentra el Ayuntamiento Viejo con soportal de columnas y bellos arcos. Otros monumentos de interés son el convento de Nuestra Señora del Recuerdo, la iglesia de San Bernardo, y el Colegio de los Jesuitas. La plaza del Navarro hace las veces de plaza mayor, en ella se encuentra el Ayuntamiento.

 

Lagartera

 

Situada en el extremo oeste de la provincia de Toledo, la fama de Lagartera trasciende nuestras fronteras. Sus tradiciones, entre ellas las bodas, sus trajes y sus bordados han inspirado a grandes artistas. El barrio de Toledillo, presenta las mejores muestras de la arquitectura popular de Lagartera. Casas de dos plantas con grandes portones, pequeños patios, balconadas de madera y ventanas enrejadas. En las tardes soleadas, las bordadoras sacan sus sillas a la acera para realizar las labores en grupo.La calle Fray Juan de los Ángeles alberga las tiendas que ofrecen mantelerías, sábanas, colchas y otras piezas de ajuar. En la misma calle, el Museo Municipal recoge una buena muestra de las tradiciones lagarteranas. La gran fi esta de Lagartera es el día del Corpus, cuya primera celebración se remonta a 1590.

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925 826 322
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Un escritor para un viaje

 

Versos, dramaturgia y prosa son las tres formas de expresión literaria con las que estos autores quieren acompañarte en tu recorrido por tierras castellanomanchegas.

 

Para que descubras, a través de sus obras y de sus vidas, rincones en los que el patrimonio monumental y la naturaleza se funden en perfecta simbiosis con el recuerdo evocador de sus letras.

 

EL ESCRITOR

 

La Celestina es mucho más conocida que su autor, cuya vida está escasamente documentada. Fernando de Rojas nació en La Puebla de Montalbán, un hermoso pueblo de las cercanías del Tajo, distante 33 kilómetros de Toledo. Su fecha de nacimiento se suele situar entre 1473 y 1476. En los primeros años de la década de 1490, Fernando de Rojas marcha a estudiar a Salamanca.

 

Allí escribió La Celestina . Tras su etapa de estudiante, Rojas trasladó su residencia a Talavera de la Reina hacia 1507. En esta ciudad se casó, crecieron sus hijos, desarrolló su labor profesional y llegó a ser una fi gura respetable y respetada.

 

El matrimonio de Fernando de Rojas con Leonor Álvarez de Montalbán tendría lugar hacia 1507. En Talavera, Fernando de Rojas ejerció como abogado en pleitos privados, fue letrado del Concejo y ejerció en varios periodos el cargo de alcalde mayor. Fernando de Rojas murió a comienzos de abril de 1541. Según dejó dispuesto, fue enterrado en el convento talaverano de la Madre de Dios.

 

La Celestina es una obra tan compleja que se han dado de ella múltiples interpretaciones. ¿Una visión irónica del amor, de su retórica y de la España de su tiempo? ¿Una obra de intención moralizante? ¿Un mosaico dramático compuesto por personajes que se entrelazan y destruyen mutuamente? La Celestina trata de casi todos los temas vitales de su época pero también de las anteriores y de las que le siguieron. Es amena, presenta personajes de carne y hueso que, en un lenguaje de una gran riqueza de matices, expresan tanto los más enardecidos sentimientos como las pasiones más bajas, y está plagada de sentencias y refl exiones sobre la vida. Sólo así se explica que pueda hoy disfrutarse tanto con su lectura.

 

La Celestina tuvo un éxito rápido. La primera edición de la obra apareció en 1499. Contaba con dieciséis actos y se publicó sin fi rma. Hubo otras ediciones en 1500 y 1501. La de 1502, la más conocida, se despliega en veintiún actos.

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