«Y llegamos a un lugar que aún a día de hoy no sabría muy bien cómo defi nir: quizás es ese sitio al que te trasladas cuando suena el timbre del recreo, o allí donde vamos al cerrar los ojos justo antes de soplar las velas, o el viento en el que flotamos al recibir uno de esos abrazos que nos sostienen el cuerpo, las dudas y los miedos. ¿Quién sabe?»

«Nos acercamos a través de una inmensa rec-ta que dejaba a ambos lados líneas infinitas de cipreses, como si aquella fuera la carretera que llevaba a la muerte, más adelante comprendí que justamente era la que huía de ella».

Ese lugar al que llega el protagonista de El Regalo es Alarcón en la provincia de Cuenca: una preciosa e histórica villa que se levanta, espectacular, sobre un peñasco encajonado entre las abruptas gargantas del río Júcar. El escenario que observa el viajero cuando llega al pueblo por la única carretera de entrada es inolvidable: «Nos acercamos a un precipicio desde el que se veía como un río rodeaba aquella pequeña ciudad». La hoz revirada y caprichosa trazada por las aguas del Júcar convierten Alarcón en esa Isla que el autor elige como escenario de la novela. Un rincón estratégico elegido desde antiguo como asentamiento y en que los árabes levantaron la primera fortaleza y dieron nombre al lugar. La parada es obligada en el mirador de entrada que ofrece una bella postal del conjunto formado por el Júcar y sus hoces, la pequeña represa de Henchideros, las torres vigías y el pueblo amurallado con su impresionante castillo en primer término.

«Comencé a distinguir un pequeño castillo que parecía flotar sobre una pequeña ciudad que, a su vez, parecía hacerlo sobre la nada». El recinto amurallado que permanece casi íntegro es la primera señal con la que nos topamos, invitación para descubrir los secretos que encierra la localidad. Tras la Puerta del Campo, a la derecha, se levanta la Torre de Armas (o Torre del Campo), unos metros después se cruza la Puerta del Calabozo, tras la que se levanta el imponente el castillo. Desde aquí se aprecian las torres de los Alarconcillos y del Cañavate. Antes de acceder a la fortaleza hay que atravesar un último paso: la Puerta del Bodegón, ya a los pies de la fortaleza.

El castillo de Alarcón conserva parte de su aroma musulmán pero sus posteriores reformas nos muestran una estructura medieval. Es uno de uno de los mejor conservados de España, gracias a que jamás se vio envuelto en ninguna contienda. De entre sus torres y defensas destaca la torre del homenaje, protagonista involuntaria en cualquier «foto» de Alarcón. El castillo es Parador de Turismo desde 1964. «Cuando uno sube allí descubre todo lo que desde fuera no se puede ver. Cuando uno sube allí, colega, se da cuenta de lo pequeño que es el mundo».

«Caminé un poco más y, a unos metros, me fijé en una pequeña casa totalmente blanca que tenía la puerta abierta. De dentro salía una luz anaranjada que temblaba. Al acercarme me di cuenta de que la luz venía de una vela que estaba en su interior. Leí el letrero que había sobre la puerta: La habitación de las quejas». Desde el castillo hasta la última casa del núcleo urbano a penas nos separan quinientos metros, pero las muestras de historia y el ramillete de rincones que descubrimos a cada paso no deja indiferente. Iglesias, torres y museos se levantan en un callejero de sencillas viviendas populares, salpicadas de escudos de armas, fachadas con partes de antigua mampostería, llamadores, rejas... La villa nos invita a pasear con calma por sus cuidadas y empedradas calles, saboreando todos los detalles.

La plaza del Infante Don Juan Manuel, junto al castillo, otro de los centros neurálgicos para la ruta por Alarcón. Es uno de los puntos más elevados de la villa y parece mantener las dimensiones de lo que debió ser la plaza del siglo XVI . Aquí están el Palacio del Concejo y la Iglesia de San Juan Bautista, antiguo lugar de culto y en la actualidad desacralizada.Esta Iglesia de San Juan alberga una propuesta contemporánea y radical digna de un viaje ex profeso: los Murales de Alarcón de Jesús Mateo, una obra de arte permanente no religiosa aprovechando la ordenación interior de los espacios y de los paramentos. En 1994, el artista desarrolló los primeros bocetos que darían forma a los Murales de Alarcón. Con absoluta libertad y una potencia creativa inusual, fue dando forma a un proyecto con una identidad plástica única, basado en la Naturaleza y el Hombre como pretextos para configurar un universo personal y comprometido. La pintura Mural de Mateo ya es un hito moderno del patrimonio castellanomanchego cuya visita resulta imprescindible. Jesús Mateo terminó las Pinturas Murales en noviembre del año 2002 dejando para el futuro una obra de arte, en suma, que forma ya parte del mejor patrimonio artístico de nuestro tiempo.

La guía de la novela. En distintos puntos de las calles y plazas de Alarcón se han colocado una serie de placas que nos permiten conocer, callejeando por el pueblo, los rincones y secretos que aparecen en la novela: la comisaría, el bar, la pastelería, el colegio, la habitación de las quejas, la casa del protagonista, el cementerio... Un proyecto que han contado con el apoyo del Ayuntamiento de Alarcón, la empresa de guías Alarkum, el restaurante La Cabaña, los distintos locales que albergan cada una de las placas, el propio autor y, por supuesto, sin todos los lectores que han patrocinado las placas para sufragar parte de los gastos de todo el proyecto.

En el paseo por las empedradas calles, entre muros de piedra y fachadas encaladas, merece la pena hacer una parada ante algunos de los edificios que enriquecen el patrimonio de la villa: el Palacio de los Castañeda, la Iglesia de Santo Domingo de Silos, la Iglesia de la Trinidad o la imponente Iglesia de Santa María, erigida en el Renacimiento con vocación de «templo ideal» según los cánones de la época y que roza esa aspiración de perfección. La portada lleva el sello del genial escultor Esteban Jamete. En el interior destaca el retablo del altar mayor, uno de los mejor conservados y pieza única renacentista en Castilla-La Mancha.

«Comencé a bajar por una pequeña senda que dejaba a su derecha un río que, a cada metro, parecía aprisionar aún más La Isla. Conforme descendía iba adentrándome en un pequeño bosque que, a través de sus árboles, parecía querer atraparme a mí también». El entorno na-tural en el que se levanta la villa es otro de los atractivos para visita. Varios senderos parten del mismo núcleo urbano y no permiten descubrir bellos rincones naturales, adentrándonos, junto a las cristalinas aguas del Júcar en las profundidades de los altos cañones rocosos. El Sendero de Pequeño Recorrido PR-CU 71 «Hoz de Alarcón» nos lleva a disfrutar de Alarcón desde sus alrededores, con preciosas vistas de la hoz y panorámicas privilegiadas. Si llevamos algo más de tiempo, el Sendero de Gran Recorrido GR64 une Alarcón con el Picazo siguiendo el cauce del río Júcar.

Sin duda, estamos ante una joya escondida en la provincia de Cuenca, es uno de los destinos más encantadores de Castilla-La Mancha. Su Conjunto Histórico Artístico, reconocido por su relevancia, es un testimonio de la rica historia y la impresionante belleza arquitectónica que este pueblo ofrece.

Como nos cuenta Eloy Moreno en El Regalo: «En aquel momento no era consciente de que acababa de llegar a un lugar del que ya no podría escapar, aunque algún día logrará salir».

VIAJAR, COMER, DORMIR...

«Cruzamos la plaza, giramos la esquina y caminamos durante varios minutos en línea recta hasta que nos detuvimos ante una preciosa fachada: “Restaurante La Cabaña».

-Aquí -me dijo mientras me abría la puerta-, hay que venir al menos una vez en la vida».

En Alarcón, a pesar de su reducido tamaño, puedes encontrar todos los servicios necesarios para disfrutar de tus vacaciones, tus escapadas o fi nes de semana. Es un destino encantador que combina la belleza histórica con una exquisita oferta gastronómica y una gran variedad de alojamiento desde hoteles a casas rurales.

Posee una cocina especiada con el afamado azafrán deLa Mancha con D.O.P. También calórica, repleta de platos de caza. Puedes comer en Alarcón judías con perdiz, cordero asado, zarajos, ajo mortero, perdiz escabechada o ciervo estofado. Muchos de estos platos serán elaborados con el famoso Ajo Morado de las Pedroñeras con I.G.P. que se produce en la región. En sus fogones no se pierden las raíces manchegas, un ejemplo son el pisto manchego, el morteruelo, las gachas o los famosos duelos y quebrantos. Tampoco faltan productos típicos de la región como el queso manchego y la miel de La Alcarria. En cuanto a la repostería destacan los suspiros de Alarcón además de la torta de almendras conocida como alajú.