¿Sabías que para producir un kilo de azafrán son necesarias unas 185.000 flores? De esas flores de color rosa violáceo que tapizan los campos de cultivo de buena parte de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo nace el emblemático “oro rojo” que, procedente del Mediterráneo, se adaptó de forma muy particular a las condiciones de suelo, clima e intervención humana sostenible de la Mancha, y es, como El Quijote, una parte intrínseca de su identidad y cultura.
El Azafrán de la Mancha, con Denominación de Origen (DOP) desde 1995, es uno de los productos más emblemáticos de la gastronomía de Castilla-La Mancha. Su calidad, las peculiaridades de su recolección y producción, la belleza y peculiaridades de las tierras en las que se asientan sus cultivos y su historia le han hecho ser ensalzado por viajeros y escritores. Los ritos y símbolos en torno al cultivo de esta especia aún se pueden descubrir en las villas y pueblos manchegos, cumpliendo funciones ideológicas y de cohesión social que otorgan un valor añadido a la reconocida calidad de este producto tan característico presente en muchos platos de la gastronomía castellanomanchega y que es utilizado por chefs de todos los rincones del planeta.
Acercarse al azafrán permite descubrir los encantos de unas comarcas a las que Alejandro Dumas describió como “el país del azafrán, allí donde encontramos lagos de flores que constituyen la riqueza de la estepa, sirviendo al mismo tiempo para su ornato y decoración”.
Desde la Sierra del Segura y los Campos de Montiel y Calatrava al sur hasta la Alcarría conquense y la Serranía Alta de Cuenca al norte, pasando por la Mancha, la Manchuela o los Montes de Toledo, las tierras que abarcan la DOP del Azafrán de la Mancha encierran una singular y variada riqueza histórica, patrimonial y natural. Desde ciudades y villas históricas, hasta pequeños pueblos con el encanto de lo rural, planicies salpicadas de cerros con molinos de vientos como vigías, hasta frondosas sierras y lagunas y ríos de aguas cristalinas, las opciones para el viajero son interminables.
Para adentrare en el conocimiento de nuestro singular protagonista culinario aquí van dos sugerentes propuestas: la visita al Museo del Azafrán de Madridejos (Toledo) que abre sus puertas en la Iglesia del Convento de San Francisco de esa localidad toledana, y cuyas salas invitan a conocer el proceso productivo del azafrán disfrutado su inconfundible aroma. Y la Fiesta de la Rosa del Azafrán en Consuegra (Toledo) que nació en 1963 con el objetivo dar a conocer la esencia cultural manchega; su fecha de celebración es variable, pues ha de ser el último fin de semana completo del mes de octubre, coincidiendo con la recogida de la flor.
Por supuesto, es imprescindible saciar el paladar en alguno de los muchos restaurantes que en sus ensaladas, guisos o postres cuentan con el Azafrán de la Mancha como ingrediente estrella.
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