Camina con los ojos del espíritu bien abiertos, anchas y extendidas las alas de tu fantasía, ligero, sin las preocupaciones de la pobre cultura humana plagada de datos enojosos. Verás como al final de la ruta, a pesar del lazarillo que intentó acompañarte, inunda tu alma una sensación de serenidad, de complacencia interior por la belleza del paisaje y de la sin par panorámica de la vieja ciudad.
Las palabras del escritor y periodista toledano, Luis Moreno Nieto, nos sirven de invitación para abordar la Vuelta al Valle, un paseo realizado a diario desde hace décadas por cientos de vecinos. Una espléndida forma de disfrutar de una de las ciudades más bellas del mundo.
Esta ruta a pie recorre el valle que el río Tajo ha labrado durante milenios entre el peñón rocoso en el que levanta el casco histórico y la colina salpicada por los cigarrales: edificaciones residenciales –algunas de ellas convertidas hoy en establecimientos hoteleros– que se amoldan al terreno accidentado.
En nuestro paseo tendremos una vista privilegiada de la ciudad y de sus principales monumentos, nos toparemos con algunos de los emblemas más queridos por los toledanos, como la Ermita de la Virgen del Valle, y disfrutaremos de un paisaje natural donde crecen olivos, encinas, almendros y plantas aromáticas como el tomillo y la lavanda.
Comenzamos el paseo en el Puente de Alcántara, construido inicialmente por los árabes en el año 866. En lo alto se levanta el Castillo de San Servando –que cuenta con un coqueto albergue para viajeros–. Desde aquí se pueden ver los restos de lo que fue el Artificio de Juanelo, un mecanismo que ya en el siglo XVI permitía subir el agua del Tajo a la parte alta de la ciudad, y los del antiguo acueducto romano.
La ruta sigue la llamada carretera del Valle por una cómoda acera aguas abajo del río. Dejamos atrás el Puente Nuevo, en frente se dibuja la imponente silueta del Alcázar y, debajo, la explanada y los restos de lo que fue el Convento del Carmen, donde estuvo preso y escapó San Juan de la Cruz.
El camino empieza subir para llegar al puente sobre el arroyo de la Degollada y bordear el cerro del Bú. En este peñasco se han localizado restos de un poblado de la Edad de Bronce habitado por los primeros «vecinos» de la ciudad. Se puede acceder al yacimiento por un camino empedrado y disfrutar de las vistas desde lo alto.
Seguimos subiendo para encontramos con la Ermita de la Virgen del Valle, todo un emblema para los toledanos que celebran aquí cada uno de mayo la más famosa de sus romerías. Las vistas desde aquí son probablemente las más fotografiadas de la ciudad, con la perfecta silueta de la Catedral presidiendo el espléndido casco histórico y las aguas del Tajo a sus pies. A nuestra espalda merece la pena subir a la Piedra del Rey Moro.
A partir de aquí el camino desciende entre cigarrales. A la derecha vemos la Ermita de la Virgen de la Cabeza a la que se accede por una calle que sale junto a la Venta del Alma. En pocos metros alcanzamos el majestuoso Puente de San Martín, a la sombra del Monasterio de San Juan de los Reyes. Cruzando el puente podemos rematar el paseo con un subidón de adrenalina en la tirolina urbana más larga de Europa que cruza las aguas del Tajo paralela al puente.
El recorrido tiene poco más de 4 kilómetros. Si queremos hacerlo circular las opciones son varias: podemos completarlo por la senda ecológica que recorre la riberas del Tajo, cruzando por el laberíntico callejero del centro histórico o paseando junto al recinto amurallado. En cualquiera de los tres casos habrá que añadir otros tres kilómetros a nuestro paseo.
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